¿Por qué no mueres?

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Ojos agrandados. Cabello desordenado. Mito, sentada contra unas tejas rotas, fue una espectadora más de aquel movimiento que destruyó una parte del tejado que estaban ocupando y varias casas más. Sin poder creerlo, ella movió la cabeza lentamente, como si su cuello estuviera retenido por una fuerza invisible.

Él...él mató a sensei.

Aún era increíble para ella. Hacía unos momentos ambos estaban luchando y al siguiente el enemigo había usado algún tipo de jutsu de gravitación con el que había destrozado edificios y, presumiblemente, había aplastado a Naruto con el jutsu. Y si no fue con el jutsu, todos los escombros que habían caído después del movimiento sin duda lo habrían aplastado, dejando solamente una mancha de carne triturada sobre un enorme charco de sangre.

Ella tragó saliva. Intentó buscar, por todos los medios, un modo de recuperar el aliento, de volver a respirar. Pero ni siquiera podía moverse. Su cuerpo, aun siendo sometido por el shock, no respondía a las ordenes de su mente. Ella aun podía ver como Naruto evadía un movimiento y después era sepultado entre escombros y polvo.

Debo hacer algo.

Era también una shinobi, una kunoichi de Konoha dentro de las filas de ANBU. Quedarse allí sentada, no debería estar dentro de sus posibilidades. Ella debería estar de pie, luchando contra ese tipo de cabello pelirrojo y armadura negra.

¡Debo moverme!

Eso era lo que ella, Namikaze Mito, quería hacer. Moverse, que sus piernas la empujaran hacia el enemigo, enfrentarlo o al menos huyendo de aquella destrucción. Pero sus piernas no respondían. Su cuerpo no respondía. No sentía nada, mientras sus ojos, desorbitados, miraban como aquel hombre lentamente bajaba el brazo, mirando su destrucción como si no hubiera sido nada.

Casi como un dios.

Saisho bajó el brazo. Su cabello se agitaba, azotando su afilado rostro, levemente oculto por aquella oscura mascarilla de tela que ocultaba su mentón, sus labios.

―¿Vas a mantener tus ojos sobre mí, niña asustadiza?

Mito sintió como la saliva escurría por su garganta como si fuera un afilado kunai.

―...

―¿No vas a luchar?―mirando con aburrimiento, Saisho observó la figura delgada de aquella kunoichi. Con su ojo índigo, mantenía el control sobre los movimientos de la muchacha, buscando algún arma oculta si él se acercaba―. ¿Realmente eres una shinobi, pequeña? Solo veo un pequeño cervatillo asustadizo.

Frías. Neutras. Aquellas palabras no llevaron sentimiento alguno. Mito no supo si Saisho realmente era una persona viva o solamente una marioneta, alguien controlado por los demás.

Era un arma viviente.

―Ōkami―Saisho movió su atención al lugar del enorme cráter―. Él fue interesante. Sin embargo, he sido entrenado para devolver la gloria a mi pueblo―giró la cabeza―. Eres Uzumaki, ¿verdad? Cabello rojo. Ojos ligeramente violetas, más tirando a índigo. Si no eres una Uzumaki completa, por supuesto llevas sangre. Y una realmente fuerte.

―E-eso no es algo que te incumba―intentando recomponerse, Mito se puso de pie. Debía eliminar el miedo de su cuerpo, de su mente. Debía poder moverse, escapar de aquel lugar antes de ser asesinada. Ella sabía que aquel tipo la mataría en unos segundos.

―Lo es―Saisho tomó con calma los metales que cubrían sus antebrazos. Lentamente, los retiró mostrando la piel bronceada bajo las protecciones de su armadura―. Yo soy el encargado de traer la gloria a nuestro pueblo. Vosotros, por el contrario, os ocultáis como simples ratas miedosas. Un Uzumaki jamás debería temer a la lucha. Morir en la pelea, es algo que llevamos en la sangre.

A.N.B.U: El Último SenjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora