¡Arde, capital del fuego!

4.6K 487 57
                                    

Recolocando la máscara sobre su rostro, mostrando un ojo azul profundo lleno de una calma inmensa, Senju Naruto había retomado su vestimenta de ANBU a una semana justa de las finales de la tercera ronda de los exámenes, ejecutando así el plan que tanto el Sandaime como el Yondaime habían creado para contrarrestar los movimientos egoístas del señor feudal sobre Konoha y gran parte del pueblo del País del Fuego, intentando extender su tiranía hacia lo más hondo y tomar aquello que no le pertenecía, como un intento de secuestro sobre Kushina en su tiempo y su interés por los hijos del Yondaime y la Uzumaki.

Los dedos de aquel cruel hombre, llegaban incluso a dentro de la misma Konoha, teniendo contactos en cualquier lugar del País del Fuego.

Pero Naruto no era un idiota. Sabía perfectamente que si no hubiera sido por la sobrina del feudal, ahora solamente serían unos rebeldes que podrían ser ejecutados por traición ante la nobleza.

Conociendo a su tío, estando completamente en desacuerdo con él y siendo escondida por los aldeanos cuando este se desquició y mató a toda su familia para poder mantenerse en el poder. O eso habría conseguido si una pequeña Hanako no hubiera escapado del palacio real para tiempo después tomar el puesto de Señor del Fuego que debería tener sobre sus hombros.

Tomando aquel pensamiento, Naruto terminó de ajustar los guantes en sus manos, sintiendo el peso de la ninjatō en su espalda y todos los ojos de sus subordinados puestos en él como si fuera un faro de luz, una esperanza para todos ellos.

Pero él simplemente era el temido Akame no ANBU, el ANBU más sanguinario tras el mismo Hatake Kakashi y Uchiha Itachi, tomando la vida de más de tres mil shinobi, contando tantos aquellos que había matado en las misiones como los que había terminado asesinando durante la guerra civil de Kiri, aumentando ese número cuando añadía a cada mercenario o asesino que ejecutó sin piedad alguna.

Si su rostro no estaba cubierto por aquella máscara de ANBU en representación a un lobo, mostraría la buena persona que se escondía detrás del ANBU, dejando que todos los que quisieran vieran su enorme sonrisa y disfrutaran con sus tonterías. Pero cuando aquella máscara ocultaba su rostro, él simplemente no tendría misericordia sobre sus enemigos y los que lastimaran a su pueblo.

Por enésima vez en aquella noche, el joven adulto observó la enorme muralla que tenían delante. Dentro del País del Fuego, antes incluso que cualquier aldea ninja, la capital era la zona más fortificada, con enormes números dentro de los soldados, con gruesas murallas y puertas que con un cañón serían imposibles de romper y con soldados especiales que incluso un shinobi tomaría en cuenta para poder sobrevivir.

Él tenía todo aquello en mente. Cerca de treinta mil samuráis estarían recorriendo aquellas calles, todos con sus espadas con hierro conductor de chakra para poder usar sus repertorios de técnicas de kenjutsu. Posiblemente Gōzoku habría contratado a algún grupo especial de mercenarios o shinobis con los que tendrían que lidiar, lo que complicaba mucho más el asunto.

Si bien ellos podrían terminar con los samuráis de bajo rango fácilmente, según se fueran acercando a la casa del señor feudal la cosa se iría poniendo más y más difícil, lo que les retrasaría en enfrentamientos obligatorios y dificultosos. Sumando a aquel posible grupo de mercenarios o shinobis especiales, sin duda la cosa se complicaría mucho más para ellos.

Siguiendo aquellos pensamientos, Naruto ató finalmente el porta kunais en su pierna. Estaba sobre una rama, observando los movimientos de los soldados sobre la muralla, intentando encontrar el patrón para colarse y abrir la puerta principal

Él solo no podría lidiar con la fuerza de un feudal. Y Hanako debía reclamar el trono para ella misma, usando su propia fuerza y sus aliados para ello como correspondía.

A.N.B.U: El Último SenjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora