CAPÍTULO 30

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Semana exacta

Secuestro

La persistente vibración de mi celular me despertó. La llamada venía de un número desconocido y contesté porque sabía quién era.

—¿Creías que no escucharías más de mí? —preguntó con voz locuaz y divertida.

—Maldito jodido imbécil. ¡Tengo mucho con lo de tu regalo! ¡Déjame en paz!

Los anteriores mensajes venían de números privados así que no podía regresarle la llamada y decirle que nadie me arruinaba la celebración de cumpleaños, que solo yo el año anterior. Que su maldito regalo no me había intimidado, que jamás estaría de nuevo en sus garras de mandato y posesión.

Y tres días después quería una charla larga y no amenazarme o enviarme corazones explosivos.

—Por ti hago justicia. Míralo, y agradéceme —dijo y cortó al instante.

Me quedé mirando como una idiota el número y la hora: 2:10 am. Me había costado dormirme cuando luego de las once paré mi sesión de boxeo para un baño e irme a la cama, así que el peso del cansancio y del sueño me hizo doler el estomago que no le había echado nada porque rechacé la cena de Duke luego de llegar del trabajo.

Recibí un video de ese número, lo descargué y lo vi completo detallando todo.

Solté una maldición hacia Ramiro llamándolo y maldiciéndolo por tener grandes los cojones y prometiéndole que iba a la cárcel.

—Si te importa y duele, ven sola a este lugar y no avises a la policía, querida —dijo con burla.

Suspiré dándome unos segundos antes de decir lo que irremediablemente tenía que hacer.

—Esta mierda se acaba hoy. Dame la puta dirección.

—Te conozco bien —sonó complacido.

Me cambié por jean, camisa y botas negras con mi chaqueta azul eléctrico, por último me guardé lo que Samuel me había regalado.

Hice una llamada con el celular que me había regalado Lucas. Le pedí que me escuchara bien, que tras algunos jadeos de llantos aceptó mi propuesta, luego fui a la habitación de Duke para explicarle todo.

—Yo voy contigo —no había temblor en su voz, se cambió delante de mi sin importancia mientras yo trataba de llamar a Samuel—. Estoy listo. ¿Qué hacemos con los guardaespaldas?

Por la amenaza de muerte la policía intervino y me hizo un interrogatorio, la cosa se puso peor cuando Jerry soltó el ataque que había presenciado y por eso pusieron una patrulla a cargo esa noche y al día siguiente mis padres contrataron a Yim y Martínez que rondaban en mi departamento y me cuidaban y salían conmigo con discreción.

—Lo difícil. Por eso llamo a Samuel —repliqué con frustración—. No me contesta y no tenemos tiempo.

—Él es el más sensato de todos y de seguro sabe qué hacer en estas situaciones.

—Me pedirá llamar a la policía.

—No lo hará si le dices que no.

Me abrazó por unos cortos minutos hasta que escuchamos el citófono, el portero me preguntó si dejaba pasarlo. A los dos minutos él estaba saliendo del ascensor privado.

—¿Es cierto? —me zarandeó los hombros angustiado con ojos llorosos y ropa mal puesta.

—No te llamé a la boca del lobo para que me ayudes, sino para que ayudes a tu amigo y yo te voy a ayudar. No me lo perdonarías si no te lo dijera. Ahora, cálmate Logan.

Descaradamente Problemática ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora