Capítulo 46

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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. 

Capítulo  46

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Un año después… 

Ese día se cumplieron en total dos años desde la última vez que la vi. Aún seguía doliendo, nunca recibí una respuesta a mis correos. Quería decir que tal vez ya me olvidó, en el fondo de mi corazón esperaba que fuera feliz. En mi negocio me iba de maravilla, no podía quejarme,  en mi carrera también. Tenía muchos trofeos, aunque en ese momento estaba lesionado.

Tenía una lesión que afectaba al músculo bíceps femoral, aparte de calambres musculares. Según el doctor con reposo me pondría mejor, aunque la lesión del músculo no le gustó nada. Según él, es un tipo de lesión complicada y difícil de sanar, aunque por mi buen estado físico y atlético podría mejorar. Yo esperaba que sí, además de que aún estaba joven. 

La relación con mis padres podría decir que se rompió del todo, al menos con mi padre sí. Estuve unos días de visita aprovechando que estaba descansando y al parecer a mi padre le estorbaba en la casa. No se imaginan lo que hizo; recogió todas mis cosas y las sacó al patio, la peor humillación de mi vida. Todo porque según él solo estaba en la casa sin hacer nada y él  con mucho trabajo.

 Me dijo que yo no servía para nada, que él no sabía cómo había tenido un hijo como yo. No se imaginan el dolor que sentí, mi madre no decía nada, ella fue criada a la antigua donde la mujer hacía todo lo que el marido mandara. No tuve más   remedio que recoger mis cosas e irme, mi tío Hugo como siempre me abrió las puertas de su casa. Me dijo que yo para él era un hijo más, sentí tanta tristeza y al mismo tiempo un agradecimiento eterno. Me quedé solo tres días con ellos, en esa casa había demasiados recuerdos. 

¿Saben qué fue lo peor? Mi padre se enojó con Hugo, su propio hermano, según porque recibió un vago en su casa. Según él me estaba alcahueteando, por esa razón dejó  de hablarles. No podía creer sus alcances, yo me quería morir de vergüenza, pero mis tíos decían que nada de eso era mi culpa, que en su casa yo siempre tendría un lugar.

 Me sentí tan miserable al sentir que ni mis propios padres me querían. Traté de no caer, pero ese dolor era difícil de sobrellevar.  A los dos meses ya estaba recuperado otra vez, aunque en cada competencia sentía una pequeña molestia, eso sí que me daba miedo. 

¡Que creen! Un día cualquiera Natalia me llamó a invitarme a su boda, me quedé en shock, no podía creerlo, se escuchaba feliz. ¿Recuerdan al chico de la fiesta?  Pues al parecer empezaron a hablar y las cosas se fueron dando entre ellos. Apenas llevaban seis meses de novios y ya iban a casarse. 

—Dime la verdad. ¿Estás embarazada,  verdad? 

Escuché una carcajada. 

—No seas payaso, obvio no. 

—¿Entonces por qué  tanta prisa? Recuerdo que hace poco me habías llamando  a contarme que tenías novio y resulta que ya te casas en dos meses. 

Suspiró. 

—Así es el amor. Todos preguntan lo mismo, que si estoy embarazada, pero si me quiero casar es porque él es el amor de mi vida. Ambos coincidimos en lo mismo, para qué esperar si estamos seguros de lo que sentimos. 

Nunca antes la escuché tan ilusionada y feliz con una relación, me alegraba  tanto. Natalia para mi era como una hermana, le deseaba lo mejor del mundo. 

—Te felicito, encontraste tu otra mitad, te deseo toda la felicidad del mundo y ojalá puedas ser muy feliz chaparra. 

—Gracias, en verdad estoy feliz, enamorada y tan ilusionada. 

El QUE NOQUISO LUCHAR FUI YO. 
 
 
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