Capítulo 7

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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO 

CAPÍTULO 7.

—Hola — solo eso pude decir,  me acerqué. 

—Hola —se levantó.  

—¿Cómo estás? —, por fin reaccioné,  la abracé  y dejé un beso en su mejilla. 

—Muy bien. ¿Y tú? — correspondió a mi saludo con una hermosa sonrisa. 

Ahí estaba la ahijada de mis padres Sandra.  Había cambiado mucho en estos dos años, estaba tan bella, a pesar de tener su cabello desorganizado en una moña alta se veía tan hermosa. Su carita de ángel tan perfecta,  sus ojos tan bellos color miel, su cabello rubio como los rayos del sol, sus labios ovalados, su nariz perfecta, su cuerpo perfectamente formado. Ahora era toda una señorita de 16 años, increíble como había cambiado.  Aún tenía su carita redondita y perfecta como una manzanita. No podía explicar la sensación que sentí al verla, la miré de pies a cabezas y ella con sus mejillas ruborizadas que la hacían ver más hermosa, bajó la mirada. 

—Que gusto verte otra vez Sandra ¿Cuánto tiempo sin verte ? 

—Dos años —sonrió y desvió su mirada—, también me da gusto verte otra vez. 

—¿Verdad hijo que está hermosa mi ahijada? Es toda una señorita.

La miré, ella evitaba mirarme, otra vez se ruborizó. 

—Sí madre, Sandra está muy linda.  

—Mi madrina exagera, pero muchas gracias. 

Se levantó  de la silla y salió de la cocina, la verdad me quedé sin palabras al verla. Mi madre empezó a hacerme platica, preguntándome cosas del viaje y sobre Mariana. Le platiqué del viaje, pero no le conté que estaba disgustado con Mariana. 

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               _____ Narra Sandra ____ 

Mis papás me dijeron que si quería pasar vacaciones en casa de mis padrinos, unos 15 días. La idea me pareció perfecta, empaqué mis cosas con mucha ilusión, bajé hasta el pueblo y ahí  mi padrino me recogió. Llegué el sábado, mis padrinos estaban felices por mi visita, mi primo Andrés también. Siempre me había llevado muy bien con él, pasé casi todo el día con Andrés pues mis padrinos tenían un corral a dos minutos de la casa lleno de conejos.

Le ayudé a cuidarlos y por supuesto me quedé cargándolos,  yo amaba a los animales. En la tarde me organicé, me puse una camiseta negra y unos jeans azules, para no peinarme me recogí  el cabello en una moña alta desorganizada. Ya empezaba a oscurecer, entré con mi madrina a la cocina para ayudarle a preparar la comida cuando escuchamos un alboroto afuera. Yo me quedé ahí poniéndole cuidado a la cena, no presté mucha atención. Luego sentí la voz de mi madrina, cuando levanté la mirada sentí que mi corazón latía más  rápido que nunca, era Esteban  que acababa de llegar. Sentí que las piernas me temblaban,  los latidos acelerados de mi corazón y una sensación que no podía explicar.

Mi primo estaba tan guapo, como había cambiando en ese tiempo, estaba divino. Su cabello castaño desordenado, sus ojos cafés claros, tenía una camisa blanca que lo hacía ver tan guapo. Su sonrisa me ponía nerviosa, mucho más  cuando me miró y recordé que estaba como una loca despeinada, en cuanto pude me salí de la cocina dejándolos solos. 

Trataba de controlar mis nervios, que no entendía por qué los tenía, si solo era mi primo que hacía mucho no veía. La casa de mi madrina era pequeña. Hacía poco que habían terminado de construirla, solo tenía la cocina, el baño,  la sala que era donde dormían mis padrinos y otra habitación que tenía dos camas. Unas camas que estaban casi juntas, solo tenían espacio justo  para uno entrar y salir.

El QUE NOQUISO LUCHAR FUI YO. 
 
 
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