Capítulo 18

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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. 

Capítulo 18.

Tomé la salida más fácil, la del cobarde. Se veía tan hermosa así dormida, eran las 5:00 AM cuando me levanté, estaba profunda, dejé un beso en su cabeza, ella  sonrió sin abrir los ojos, acaricié su cabello con nostalgia, inhalé y exhalé.

Recogí algunas cosas en mi bolso, me di una ducha rápida y me organicé. Me despedí de mi madre antes que Sandra se despertara, no me gustaban las despedidas, lo mejor era dejar todo en el olvido. Bajé caminando hasta la central, ahí tomé un taxi que me llevó hasta el pueblo, compré el tiquete del bus que me llevaría de regreso a la ciudad. 

Al lugar del que no debí salir nunca, al lado de mi novia. En todo el viaje cerré los ojos,  sin querer una lágrima se me escapó, no fue la mejor manera de irme, pero tenía que hacerlo. Llegamos muy lejos, no quería que las cosas se salieran más  de control. Esperaba que ella pudiera olvidarme, que no me odiara por la manera en la que me fui, sin siquiera mirarla a los ojos y decirle adiós. Era un cobarde, lo sabía. Lo único que quería era  que al tener  a Mariana frente a mí se aclarara toda esa confusión que tenía en la cabeza. 

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           _____ Narra Sandra ______

Cuando desperté tallé mis ojos, lo primero que hice fue buscarlo  con la mirada, pero no estaba, su cama estaba vacía. Me pareció muy extraño, imaginé que se levantó antes que yo. Me quedé con la mirada fija al techo con una nostalgia enorme y un vacío en el pecho.

Tras pasar los límites de la decencia, eso fue lo que hice, esa no era  yo, me sentía mal. No entendía cómo dejé que las cosas llegaran tan lejos, todo ese maldito juego se salió de control. Terminé entregando el corazón en un juego donde la única perdedora sería yo. Me levanté, caminé hasta la cocina. 

—Madrina, buenos días.  

—¡Mi niña, buen día! —Dejó un beso en mi frente—, que rápido pasa el tiempo, ya hoy te me vas. 

—El tiempo es el único que no se detiene, los echaré de menos a todos —inhalé—. Esteban madrugó mucho hoy ¿Dónde está?

No aguanté las ganas de preguntar. Aunque temía escuchar la respuesta. 

—A esta hora debe ir rumbo a Medellín. 

—¿Qué? —susurré.

—Sí, madrugó para alcanzar el primer bus, me dijo que tenía muchas ganas de ver a su novia. Te dejó saludos, como aún dormías no te quiso despertar. 

Esas palabras se clavaron en mi corazón como dagas, ni siquiera fue capaz de despedirse de mí, ¿tanta falta le hacía su novia? Era una tonta por pensar que él me quería de la misma manera que lo quería yo, por imaginar que algo entre nosotros podía pasar, que tonta fui. Era obvio que él  no la iba a dejar a ella por mí. Lo que más  me dolía era saber que se fue sin despedirse. Salió huyendo como un cobarde, ni siquiera fue capaz de mirarme a los ojos y decirme adiós. 

—Que bien —solo eso pude decir—.  Ojalá que le vaya bien. 

—Ojalá hija. Imagino que volverás en quince  días a la primera comunión de Andrés.  

—No lo sé, si mis padres vienen, sí. 

—Aquí los esperamos con los brazos abiertos. Esteban también quedó de venir, ojalá Mariana lo acompañe. 

Sonreí entre dientes. Entré a la habitación donde pasaron tantas cosas, inhalé y exhalé varias veces tratando de contener mis lágrimas. Me organicé, me puse un vestido blanco, sandalias negras y dejé mi cabello suelto. Dibujé una sonrisa en mi rostro aunque por dentro lloraba. Me despedí de mis padrinos y me subí al carro que ya había llegado. Me llevó hasta el pueblo, luego ahí tenía  que tomar otro carro para que me llevara hasta mi casa.

El QUE NOQUISO LUCHAR FUI YO. 
 
 
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