Capítulo 13

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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.

CAPÍTULO 13.

—No lo sientas —murmuró.

—No quiero que… —me interrumpió.

—Lo sé —se alejó un poco y me miró—,  solo fue un beso— pasó saliva—. ¿Te arrepientes?

Nunca imaginé que me preguntara algo así, se quedó mirándome fijamente esperando esa respuesta.

—No — respiré profundo.

—Entonces no te disculpes por algo de lo que no te arrepientes —acarició mi mejilla —, solo fue un beso—sonrió con las mejillas ruborizadas—; bueno unos cinco.

Tomé su mano, la puse en mi pecho.

—¿Cinco? — sonreí—, llevas la cuenta, no quiero que pienses que soy un patán. 

Empezó a caminar, yo tras ella.

—¿Quién dice que yo pienso eso? — inhaló—, un beso es de dos, yo correspondí.

—Pero yo te besé  primero.

Se giró acercándose a mí y tomó aire antes que sus labios rozaran los míos. Al principio el contacto era suave, pero luego, como si necesitara más se apoyó contra mí y me besó con ansiedad. Sus labios eran cálidos y suaves, su pelo me acariciaba la cara, traté de aferrarme a los detalles, pero se me escurrian entre los dedos. Tardé un instante en darme cuenta que le estaba devolviendo el beso con la misma intensidad. Hacía demasiado calor, tenía la cara ardiendo, se alejó dejándome más  que sorprendido.

—Listo —susurró—, estamos a mano,  no te sientas mal, yo también te besé  —inhaló—, puedes estar tranquilo.

Siguió caminando, yo me quedé inmóvil tratando de entender todo. La seguí en silencio, solo se escuchaban los pasos sobre las hojas secas. Eso cada vez era peor, lo que empezaba a sentir no me gustaba nada, de un momento a otro se detuvo y me miró. 

—¿Qué dijiste cuando hablaste en italiano?

Sonreí por la curiosidad con la que preguntaba. Amaba eso de ella, su inocencia.

—Eres muy curiosa. 

—Me puedes insultar y yo ni por enterada —se encogió de hombros.

—Me gustan tus ojos.

—¿Qué? —ladeó su cabeza con un gesto de sorpresa. 

—Que me gustan tus ojos —sonreí—eso te dije en italiano.

Sonrió con sus mejillas ruborizadas.

—Te los regalo.

No dijo nada más, salió corriendo como una niña y yo tras ella, solo escuchaba sus gritos y carcajadas según porque no le gustaba  sentirse perseguida. Los dos estábamos evitando un tema que tarde o temprano tendríamos que enfrentar. Ella seguía corriendo, vaya que tenía físico esa niña para correr. En ese momento sonó mi celular, me detuve un momento, miré la pantalla y solo ignoré.

Lo guardé otra vez en el bolsillo y seguí corriendo, la tomé por la cintura levantándola. Dejó escapar un pequeño grito y se aferró de mi cuello, fue como si en ese momento el tiempo se hubiese detenido, nos quedamos mirándonos fijamente, la deslicé por mi cuerpo, ella solo sonreía, ¡por Dios! Amaba verla sonreír, traía parte del cabello en el rostro, se veía tan hermosa, era demasiado perfecta. 

—Eres un tramposo —aún  con la respiración agitada susurró.

—Tú eres muy hermosa.

Se quedó mirándome con una sonrisa, me tomó de la mano y empezó a caminar. Estaba disfrutando ese momento, quería guardar cada segundo con ella, cada detalle, conservarlos solo para mí, pero la realidad regresaba a mí. Eso me hacía sentir peor, se detuvo frente a mí, respiró profundo y soltó. 

El QUE NOQUISO LUCHAR FUI YO. 
 
 
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