Capítulo 16

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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. 

Capítulo  16.

______ Narra Esteban ____ 

Las noches se me hacían eternas con la gran necesidad de tenerla cerca. Esos dos días hablé con Mariana, pero nada era como antes, ya las pláticas  no me parecían interesantes. Me daba igual, eso nunca me había pasado, sacaba cualquier excusa para colgar. Mi intención era quedarme ahí toda la semana, pero no pude, me ganaron las ganas de verla. Eran las tres de la tarde, me despedí de mi abuela y salí para mi casa. 

Antes de entrar escuche risas, sin duda una de esas risas era de ella. Entré al patio y cuando levanté  la mirada vi a Sandra muy cerca y sonriente  con mi primo Jonathan. Por lo que veía no perdía el tiempo, al parecer estaban muy entretenidos que ni notaron mi presencia. 

Sentí un leve calor en mi rostro, ¿qué rayos me pasaba? Decidí saludarla, ella me saludó y me ignoró.

Fingía muy bien, como  si nada hubiese pasado entre nosotros. Entré a dejar mis cosas. Luego de unos minutos salí y me senté junto a ella, se levantó y se fue, eso sí me sorprendió. 

—Primo, ¿Qué tal Italia?  —me preguntó.

—Muy bien, excepto por la lesión. 

—Lo importante es que estés bien, esperemos que salgan nuevas oportunidades. 

—Esperemos que sí, vendrán cosas mejores. 

—Cambiando de tema —levantó  la mirada hasta donde estaba Sandra—, no sabía  que tenías una prima tan guapa, que belleza de mujer. 

—Sí —giré  la cabeza buscándola con la mirada—, ella es muy guapa. 

—Guapa es poco, esa mujer está buenísima. 

—Conozco tus intenciones —tensioné la mandíbula, sentí un leve ardor en el rostro—, ella no es como las mujeres que tú  frecuentas. 

—Eso lo sé. Por eso me gusta. Deberías ayudarme con ella. 

Sentí un fuego que me quemaba por dentro, nunca antes me había pasado. Trataba de disimular de la mejor manera, cómo disimular un enjambre de abejorros en el culo. Justo así me sentía yo en ese momento. Hice la pregunta más  estúpida del mundo. 

—¿Cómo quieres que te ayude? 

—Esa niña es perfecta, su boca, esos labios, me pregunto ¿a qué sabrán esos labios?  

—Estás mal.

Esos labios sabían a gloria, vaya que lo sabía yo. Eran tan aditivos, una vez que los pruebas no quieres dejar de besarlos.

»Te dije que Sandra no es así. 

—Vamos todos a la tienda por un helado, ayúdame con eso, yo me encargo de lo demás. 

Eso estaba como difícil, primero no creía que Sandra quisiera bajar a la tienda con nosotros por un helado, menos después de lo último que pasó. Estaba casi seguro que ella no accedería a lo que Jonathan quería, ella no era ese tipo de mujer. 

—No creo que acepte tu invitación. 

—No la invitaré yo, lo harás tú, invitamos a Andrés —se levantó.

» ¡Sandra! —logró llamar su atención—. ¿Puedes venir un momento?

Caminó hacia nosotros.

—¡Dime! —se  recargó en la pared sin mirarme. 

—Esteban y yo queremos hacerte una invitación —sonrió con malicia y su tono de voz era suave y muy coqueto—, vamos a la tienda por un helado, también llevamos a Andrés. 

El QUE NOQUISO LUCHAR FUI YO. 
 
 
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