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6

Ya había preparado las herramientas junto al pasto antes de ver a Zayn llegar. Había encontrado un hueco en la verja por el cual alguien o algo podría escabullirse. Era mejor ocuparse de ello lo antes posible, pero cuando observé a Zayn acercarse, no era difícil darse cuenta de que no venía solo.

Niall caminaba detrás de él como un patito siguiendo a su mamá, muy cerca de su espalda, empuñando la camiseta entre sus manos pequeñas. Se veía como un niño torpe y pálido, de esa clase de niño torpe y pálido que los brabucones de bachillerato adoraban molestar.

Comenzaba a preguntarme si a Niall lo molestarían en la escuela, o si tendría amigos. No tenía las pintas de haber sido un niño abusado, sin embargo, le costaba creer que nadie se hubiera metido con él hasta ahora.

—¿Por qué lo trajiste? —le pregunté a Zayn en cuanto estuvo lo suficientemente cerca.

—Estaba aburrido.

Debía ser una broma.

—Vaya, ojalá yo pudiera darme ese lujo.

—No seas un patán, Styles —Zayn saltó en defensa del niñato de nuevo. Ya no era algo nuevo.

Sabía por qué lo hacía, es que el chiquillo indefenso y con ojos de venado a medio morir le recordaba demasiado a su hermana, y Zayn, a pesar de ser un jodido grandulón, militar, lleno de tatuajes y perforaciones, siempre había sido un jodido caramelo muy, muy en el fondo. Por supuesto que lo defendería a capa y espada.

El problema era, que Zayn estaba creándose su propio chupa pollas personal sin saberlo. Niall siempre lo obedecía como una criada dispuesta, siguiéndolo por todos lados, asintiendo vigorosamente a cada palabra que él decía.

Alguien debía decirle la verdad a Zayn antes de que el mariconcillo se ilusionara aún más, tenía que apagarle la flama antes de que explotara, pero se le había dificultado sacar el tema a colación cuando el patito bebé no dejaba de seguir a mamá pato por toda la base. Era realmente molesto.

Tal vez, si Zayn se sentía lo suficientemente asqueado después de que escuchara lo que tenía que decir, quizá me dejaría convencerlo de deshacernos del muchacho.

Afortunadamente, en lugar de ponerse a parlotear como siempre, el chico se sentó en el césped bajo la sombra de un árbol mullido y cerró los ojos sin decir palabra mientras Zayn y yo nos encargábamos de la verja.

Era un silencio refrescante de su parte, a decir verdad.

A diferencia de su habitual persona cuando estaba despierto, dormía extrañamente bastante silencioso, hecho ovillo con uno de sus libros abrazado contra su pecho. Tenía la cara enrojecida por el calor del día y el cuello aperlado.

—Deja de mirarlo tanto o podría derretirse.

Lo miró con el ceño fruncido, Zayn estaba ya devolviéndome la mirada con media sonrisa sugestiva.

—Deja de mimarlo tanto —le gruñí en cambio. Zayn reventó una carcajada por el cambio abrupto de conversación.

—Claro, mimarlo.

—Hablo en serio —rugí en su dirección, mientras intentaba cortar los gruesos cables de alambre—. Está enamorado de ti, por si no lo habías notado.

—Ya.

—¿Crees que es gracioso?

—¿Quién? ¿tú? Eres hilarante.

—No seas ciego —dije irónicamente—. Te cree su héroe, y hace falta tan solo echarle un vistazo a su cabello todo rubio y homosexual que el niño es un maricón. Deja de engañarte a ti mismo.