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Si me preguntaran cuál fue mi primer pensamiento cuando lo ví cruzar las rejas, no podría alegar que fue uno bueno.

Ya sabía qué clase de día tendría por delante cuando desperté esa mañana. La alerta había sido dada, pero eso no era algo que sorprendiera.

Hacía meses los altos mandos habían sido alertados, y por más que intentaran esconderlo de nosotros, los soldados sabíamos que algo más estaba pasando.

Ellos se fueron a proteger las costas, por supuesto, y nos pusimos en acción.

Junto con Zayn y un par de soldados más creamos ese refugio en la base vacía. Muchos trajeron a sus familias, otras personas nos encontraron de camino a un lugar seguro y decidieron quedarse a cambio de compartir todas sus provisiones.

Si hubiera sido por mí, los hubiera mandado a la mierda inmediatamente, pero Zayn, a pesar de su duro exterior, era un hijo de puta blando. Se lo atribuí a que era huérfano y atravesó su infancia sin estabilidad, rodeado de niños como él y criado por monjas. Era, ciertamente deprimente, por lo que intentaba no molestarlo a menudo.

Podía notar las miradas que calaban mi espalda cuando iba pasando, no era fácil ignorarlas cuando la gente abría el paso al verme caminar. Era algo que disfrutaba.

Me senté en el comedor junto a Rory y Zayn, gruñendo cuando caí en la banca de madera. La misma banca que solía compartir con mis compañeros reclutas todas las mañanas antes de las conferencias matutinas.

—¿Cómo amaneciste, rayito de sol?

Sabía que Zayn intentaba burlarse, podía verlo por la manera en la que sonreía con la boca llena de cereales. Quise vomitar cuando descubrí que era lo que había en el menú esa mañana.

Si tan solo hubiera ron para desayunar, me hubiera atrevido a levantarme de mejores ánimos.

Gruñí en su dirección. Zayn se rio de mí. Quise golpearlo, pero me detuve al reconsiderar que probablemente lo haría añicos si lo intentaba. Si él se moría sería yo el responsable de dirigir este lugar de mierda, y eso no sería más que una molestia. Todo era una molestia.

—¿Llega hoy tu amigo? —me preguntó, dándole una cucharada a su cereal.

—¿Qué?

—Ya sabes, dijiste que un amigo tuyo de la universidad vendría al refugio. No tenía a dónde ir o algo así.

—Ah, el jodido Louis.

A Zayn pareció haberle causado gracia, pero yo no le encontraba lo divertido a mis desgracias y sufrimientos.

—Si no te agrada ¿por qué dejas que se quede?

—Porque tenía auto y en la universidad solía llevarme a todas partes.

—No lo sé, sonaba como un muchacho agradable en el teléfono.

—Es un maldito ruidoso —me quejé, con la cabeza gacha. Hablar de Louis me había quitado el apetito por completo. —Cuando lo conozcas, querrás arrancarte las orejas.

—¿Quieres que lo echemos? —inquirió con seriedad, pero en el fondo sabía que no lo haría.

—No. A veces cuenta buenas bromas sucias.

Esta vez, Zayn se rio en voz alta.

Decidí entonces, que ese día no desayunaría.

• • •

Lo primero que recuerdo de él, es la manera atravesada en la que había bajado del reluciente Jeep que se detuvo justo en las rejas de la base. Caminaba como venado recién nacido, de la mano con Liam, el corpulento compañero de casa de Louis.

letal; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora