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—Veamos entonces que puedes hacer. —lo reté con una sonrisa, esbozada con el único propósito de arrastrarme bajo su piel.

Parecía haber funcionado cuando observé sus fosas nasales ensancharse.

—Harry —Zayn advirtió a mi lado, sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos ya había empujado a Olivia hacia atrás, abalanzándome sobre el tipo cuando el cañonazo de su arma resonó por la estación.

Me agaché, abrazando su torso y lo empujé al suelo con la cabeza por delante. El cayó como un bulto de peso muerto, perdió el aliento y sus ojos desorbitados vagaron por el techo. Se había golpeado la cabeza.

Podía sentir las balas viajar sobre mi cabeza mientras sometía al robusto hombre debajo de mí y sacaba mi arma del cinto que sujetaba mis pantalones. El conflicto había estallado, y con el escándalo que todos estaban provocando, supe que no tenía mucho tiempo para buscar a Niall antes de que más del grupo se aparecieran por aquí con armas en alto.

Apunté el cañón a la frente del hombre desorientado, y cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, sus ojos se ensancharon como un par de esferas. Ni siquiera pudo protestar cuando una bala le atravesó la frente.

Me levanté, limpiándome la sangre del rostro. Los demás estaban sumergidos en sus propias batallas como para notarme, y entre sangre derramada y balas, me escabullí por uno de los pasillos. El lugar no parecía estar lleno, por lo que comencé a percatarme, de que no todo el grupo se encontraba en la estación, y si no se encontraban todos allí, eso quería decir que tenían algo más planeado.

Tal vez su plan desde el principio nunca fue devolver a los rehenes. Quizá solo querían deshacerse de nosotros, llevarse a quienes pudieran, regresar con su grupo y no dejar rastros.

Aún era una idea borrosa en mi cabeza, y no tenía el suficiente tiempo en mis manos para resolverlo.

Con la espalda contra la pared y mi arma en alto, me deslicé por las paredes, pero el lugar era sombrío, oscuro y estaba vacío. No había la cantidad de guardias que creí que habría, y no escuchaba ningún indicio que pudiera delatar la ubicación de Niall o Erin gracias al sonido camuflado de los disparos de fondo.

Era como caminar a ciegas.

O eso creí hasta que lo escuché en cuanto llegué al tercer piso.

—Creo que me lo voy a quedar —era una voz siniestra y despreocupada, parecía provenir del fondo del pasillo.

—No pienso hacer nada por ti —dijo alguien que claramente era Niall, reconocería su acento estúpido y su vocecilla altanera en cualquier parte.

—Lo harás o te mueres.

—Entonces mátame.

Mis ojos se abrieron de repente. Maldito enano imprudente. Sería yo quien lo mataría.

Me apresuré hacia la puerta y contra la pared, escuché algo más antes de entrar:

—Bien. Sarah, ¿me haces los honores?

Abrí la puerta silenciosamente, solo para encontrarme con una mujer de aspecto áspero a la mitad de la sala de interrogación de la comisaria, cargando su arma y colocándola contra la cabeza del tembloroso chihuahua que se encontraba rígido en su lugar. Juraba que, si Zayn no comenzaba a pagarme por este trabajo, metería su cepillo de dientes al escusado.

Entré a la habitación antes de que ella pudiera siquiera tirar del gatillo, y atravesé su cuerpo con una bala. Ella cayó sobre la mesa de metal, solo para que su cuerpo inerte se deslizara hasta el suelo, dejando un rastro de sangre a su paso.

letal; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora