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Podía escuchar la llave de la ducha corriendo mientras inspeccionaba la polvorienta habitación. Era casi dolorosamente obvio que un adolescente vivía adentro. Había una sudadera de Beetlejuice colgando de los ganchos de la puerta, una pila de cedés apilados junto a su cama. También, un librero pequeño junto a un rincón por la ventana, abarrotado de libros. Las paredes eran oscuras y había algo de ropa en el suelo, así como la puerta con el seguro roto.

Lo miré, con un sentimiento amargo en la boca de mi estómago.

Curioseando por la habitación, me pude dar cuenta de que no había muchas cosas que delataran sobre Niall, además de que le gustaba leer y The Cranberries.

Tomé uno de los libros de la librería y pasé los dedos por la portada. No tenía ni idea de qué decía, pero era una sensación graciosa. Pude leer el nombre de la historia en el lomo del libro.

Juego de tronos.

Tragué saliva de tan solo pensar en que alguien tan pequeñito y con apariencia tierna pudiera estar leyendo este tipo de cosas brutales bajo sus sábanas. Dejando el libro de vuelta en su lugar, preferí olvidar que vi eso. Pensaba llevarlo conmigo, por si terminaba demasiado pronto de leer los que ya tenía, pero prefería que no aprendiera ninguna técnica de asesinado por si algún día llegaba a hartarse de mí.

Hartarse de mí.

Me pregunté si eso algún día llegaría a pasar.

No pude ser capaz de despegarme de ese pensamiento hasta que decidí distraerme con algo más, tomaría algunos libros para mantenerlo entretenido por el camino. Si a un perro le dejabas un juguete, era más probable que tuviera algo con qué entretenerse y dejarte en paz. Y ahora que lo pensaba, sería buena idea llevar también algo de su ropa. No estaba seguro de si él había sido responsable de empacar sus pertenencias o Louis y Liam habían ayudado en algo, pero ya estaba harto de tener que prestarle mis cosas solo porque su ropa se le acababa rápido.

—Siete de la noche.

—¡Jodida mierda! —la voz robótica y lenta había salido de la nada. Se escuchaba como cuando un robot se estaba quedando sin batería.

Que casa tan malditamente extraña.

Y no pude ser capaz de despegarme de ese pensamiento hasta que un objeto reluciente en la mesa de noche captó mi atención de nuevo.

Era un móvil que yacía boca abajo. Lo examiné, preguntándome si realmente era de Niall. Estaba apagado y no tenía batería, por lo que no había manera de enterarme, sin embargo, no podía imaginarme de quién más podía ser como para estar en la habitación de Niall.

Mi cabeza comenzó a formular cientos y cientos de teorías, pero ninguna explicaba como carajos un niño ciego era capaz de utilizar un teléfono táctil.

Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón, con la excusa de que se trataba solo de fines investigativos, o de eso intenté convencerme.

No mucho tiempo después, el agua de la ducha dejó de correr y Niall se apareció por la puerta de la habitación con nada más que una toalla envolviéndole la cintura, no se había dado cuenta de que estaba en la habitación con él, siguiente cada movimiento. Su cabello rubio se había oscurecido por la humedad y las gotas de agua se resbalaban con su piel prístina. Se movía por la habitación como si nada, y temía que cualquier movimiento mío fuera a alertarle que yo estaba ahí con él.

No sabía cómo podía pasearse como si nada con una ventana que daba a la casa de al lado. Porque sabía que había una ventana ahí ¿verdad?

Ojalá no lo supiera, sería mucho peor que se pasease desnudo por ahí sabiendo que podían verlo.

letal; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora