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Los labios de Amelia recorrían mi espalda de forma ascendente hasta perderse en mi cuello. Había averiguado en apenas una cita cuál era mi punto débil y lo estaba sabiendo aprovechar. Su cuerpo cada vez estaba más encima del mío, buscando llegar a mi boca para provocar un encuentro entre nuestros labios y nuestras lenguas que desencadenó en un pequeño gemino por mi parte y una pícara sonrisa por la suya.

Amelia me mimaba después del pequeño percance que había tenido durante la noche y yo me dejaba hacer disfrutando de aquella sensación que pocas veces había experimentado en mi vida. Se levantó de la cama, en dirección hacia la cocina, y obligándome a quedarme allí, y yo aproveché para girarme un momento, coger el móvil y responder a mi hermana que me avisaba de que se encargaba de llevar ella a Ari al colegio, que me esperaba para comer y contarle todo, y que se inventaría cualquier escusa con mi madre si se la encontraba por allí.

La morena apareció con una bandeja con café, tostadas, zumo y alguna que otra cosa más y la colocó en la cama mientras escalaba para encontrarse con mis labios de nuevo

- Vaya, con desayuno incluido y todo

- Para que veas – respondió guiándome el ojo – Aunque se me han quemado un poco las tostadas – indicó señalando el pan que estaba un poco negro – Y eso ante toda una chef como tú....

- No te preocupes – cogí una de ellas y empecé a rascar la parte negra – tú me has hecho el desayuno y yo me lo como feliz

- ¿Seguro que no están incomibles? – yo negué dándole un primer mordisco y disimulando un poco – qué mentirosa eres

- A ver, quizás un poquito quemadas sí que están, pero solo con el detalle que es

Amelia me miró sonriente y me quitó la tostada antes de darle un segundo muerdo. Dejó la bandeja encima de su mesilla y empezó a recorrer mi cuerpo, cubierto por su camiseta, con sus dedos

- ¿Tienes prisa?

- Ninguna – contesté sabiendo por dónde iba, anticipándome un poco para volver a saborear sus labios que, sinceramente, sabían mucho mejor que la tostada – con llegar a las dos últimas horas de hoy, me vale – me dio la razón y volvió a besarme antes de colar sus manos y posarlas en mi estómago

- Te queda muy bien mi camiseta, pero estás aún más guapa sin ella

Yo me dejé hacer ante sus peticiones y me mordí el labio al ver con las ganas con las que me miraba justo antes de tumbarme de golpe. En un gesto inesperado que nos hizo reír y a mí quedarme con aquel instante. Porque nunca había sentido aquella complicidad en el sexo, aquella manera de hacerte sentirte bien, a gusto y de entendernos tan bien.

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- Entonces... ¿me acompañas a casa de mi hermana a cambiarme y vamos desde allí a la facultad? – le pregunté poniendo cara de pena mientras salíamos del portal

- Te acompaño, pero por si te pasa algo, que esta noche has perdido mucha energía

- Ah, ¿sí? – la miré y ella me robó un beso

- Lo digo por lo de que me has vomitado todo el baño, vamos

- Ay, Amelia – protesté – lo siento, de verdad, nunca me había pasado algo así, menuda vergüenza, ya verás cuando se lo cuenta a Anna

- Sois muy amigas, ¿no? – se interesó entrando ya en la estación de metro

- Nos conocemos desde los tres años – la morena se sorprendió – fuimos al colegio juntas, al instituto juntas y ahora a la universidad. Ella lo sabe todo de mí y yo todo de ella

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora