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- Ari, deja la bici en su sitio, venga

- Jo, mami, es que yo quería seguir un ratito más – protestó la pequeña

- Ya, cariño, pero la tita ya nos tiene que estar esperando 

- Vale... – respondió con algo de resignación mientras aparcaba la bicicleta en el puesto que teníamos debajo de casa y cogía su mochila para colocársela a la espalda antes de entrar.

Aquello se había convertido en una práctica habitual, tanto Amelia como yo aprovechábamos el buen tiempo que hacía todavía para ir a recoger a Ari en bicicleta y volver hasta casa dando así un paseo. Apenas tardábamos unos diez minutos, pero la pequeña agradecía pasar aquel tiempo a solas con alguna de las dos justo antes de entrar a casa y que el otro torbellino rubio que teníamos compartiera la atención con ella. 

Mi hermana salió a nuestro encuentro nada más sentir el ruido de las llaves y Ari, tras dejarle un beso de saludo a su tía, se fue directa al cuarto de baño a lavarse las manos para poder comer.

- ¿Y Zoe? – pregunté un poco extrañada

- Está dormida, la dejé en la cuna

- Pobrecita, si es que se ha pasado casi toda la noche despierta por culpa de los mocos

- Sí y me da que no solo ha sido ella – comentó viendo mi cara de cansada

- Ya sabes – dije haciendo una mueca – entre lo que ha llorado, que nos llamaba todo el rato y que la pobre se ahogaba, creo que hemos dormido entre Amelia y yo una hora y porque conseguimos tumbarla en la cama en medio de las dos y que descansara un rato

- Pues aprovecha ahora, anda

- ¿No te quedas a comer?

- No, no, que Laura ya me debe estar esperando y no quiero llegar tarde

- Pasadlo bien – dije viendo cómo María ya abría la puerta de la calle

- No lo dudes – me guiñó un ojo, dejándome un beso en la mejilla, y cerró la puerta

Ari no tardó en volver, enseñándome sus manos bien limpias y yéndose de nuevo hacia la cocina para empezar a poner la mesa en lo que yo me pasaba a comprobar cómo estaba Zoe. La pequeña dormía plácidamente agarrada a su doudou de elefante que su hermana mayor le había regalado al nacer, dejé un beso en su frente, comprobando así que le había bajado la fiebre, seguramente gracias a la medicación y dejé la puerta entreabierta por si acaso.

- Ya estoy aquí, cariño – comenté volviendo a la cocina

- ¿A qué hora viene mamá? – preguntó mientras servía nuestros platos

- Un poquito más tarde, tenía todavía cosas que organizar en la productora – ella asintió centrando su mirada en su cuchara – pero en cuanto llegue estoy segura de que estará encantada de que le cuentes lo bien que te ha ido con el trabajo

- ¿Sí?

- Claro, mi amor – respondí acariciando su mejilla

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- ¡Mamá! – Zoe corrió, un poco inestable, al encuentro de Amelia

- Pero bueno, si está aquí una de mis rubias favoritas – dijo cogiéndola en brazos y llenándole la cara de besos - ¿ya estás mejor?

- Sí – asintió varias veces con su cabeza mostrándole los pocos dientes que tenía todavía

- Qué bien – dijo dándole un último beso en la frente antes de dejarla en el suelo – hola, cariño – saludó dándome un beso en los labios

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora