- Amelia, te quedas a comer con nosotros, ¿no? - preguntó mi padre asomándose por la puerta que comunicaba al salón y con la cuchara de madera de la mano. La morena me miró fugazmente y no tuvo ni tiempo a responder que mi padre volvió a saltar - no puedes decir que no al gran arroz de Marcelino - dijo señalándola con el dedo - además de que hoy he contado con la mejor pinche de todas
- ¡Eso! - gritó Ari antes de entrar corriendo en el salón y ponerse delante de ella - Melia, porfi, quédate a comer - le pidió, casi suplicó, juntando sus manitas y haciendo un pequeño puchero
- Está bien - aceptó - pero es que como no voy a decir que sí a semejante carita - Ari asintió contenta y abrió sus brazos para que Amelia la acogiera y terminara sentándola con nosotras en el sofá
La pequeña se medió tumbó entre medias de las dos, mirándome todo el rato, mientras se acomodaba, para comprobar que no me estaba haciendo daño, posó su cabecita encima de mis piernas, disfrutando de las suaves caricias que dejaba en su pelo, y sus pies encima de las de Amelia, que le dedicaba alguna que otra cosquilla.
- Oye, no te irás a quedar ahora dormida - susurré viendo que se acomodaba mucho y permanecía demasiado callada
- No, mami - respondió enseguida - es que estoy muy a gustito aquí porque te había echado mucho de menos - siguió mientras alzaba su mirada y sonreía después de que le dejara un beso en la frente
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti - respondí cerrando un poco los ojos, sin dejar de enredar una de mis manos en su pelo rubio y con mi cabeza apoyada sobre el hombro de la morena
A pesar de estar en casa de mi familia, el silencio reinaba bastante en el lugar. María se había llevado a los más pequeños a dar un paseo en lo que se hacía la comida y, aunque también quiso que Ari los acompañara, esta se había negado por completo. Manolín ayudaba a mi abuelo en el bar y Marisol estaba encerrada en su habitación, estudiando como solía hacer casi siempre.
- ¿Estás bien? - susurró Amelia preocupándose por mí
- Sí, tranquila - respondí sonriéndola - tengo muchas ganas de darte un beso
- Ya, pero no podemos
- ¿Por qué?
- Porque estamos en casa de tus padres y tenemos además una pequeña cotilla aquí mismo - contestó señalando con la cabeza a Ari que nos miraba atentamente
- Pero Ari ya sabe que nos damos besitos porque somos novias y mis padres están en la cocina
- Luisita... - protestó
- Yo te doy un besito si quieres, mami - soltó la pequeña enseguida al ver que Amelia negaba un poco avergonzada
- Gracias, mi amor - acepté divertida viendo cómo enseguida se incorporaba y me dejaba varios besos seguidos en la mejilla
- Yo también quiero - dijo la morena
- Ah, los de Ari sí, pero los míos no
- Anda, ven aquí - soltó agarrando mi mejilla y acercándome a ella con cuidado para poder besar mis labios - ¿contenta?
- Sí - asentí sin dejar de mirarla - aunque tus besos nunca son suficientes - dije justo antes de besarla, ahora con un poco más de intensidad
Mi padre había preparado una paella tamaño familiar para celebrar que me habían dado el alta y que volvíamos a estar ya allí todos juntos. Ari no se había separado de mí en ningún momento y había terminado sentada entre el sitio de la morena y el mío, disfrutando de todas las atenciones que le dábamos las dos.
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Más de lo que ves - Luimelia
FanficHay veces que la vida te hace plantearte todo de nuevo, convertirte en rutina o dar un salto al vacío sin dejar de pensar cuál es tu punto de referencia