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Por fin había llegado el verano y, con ello, las ansiadas vacaciones que Ari llevaba pidiendo desde hacía casi un mes porque, según ella, el cole era demasiado cansado y se merecía quedarse toda la mañana viendo dibujos o saliendo al parque o a la plaza a jugar con sus tíos sin importarle nada más. Y algo de razón no le faltaba, teniendo en cuenta cómo veía ella el mundo a sus cuatro añitos de edad.

Amelia se había tenido que ir a Ámsterdam de nuevo en un improvisado viaje de cuatro días para poder terminar de concretar algunos temas que les faltaban para tenerlo todo preparado de cara al verano cuando les iba a tocar rodar allí. Y, en cuanto a mí, aquella misma semana había tenido una reunión en la radio en la que me habían propuesto algo muy interesante, pero que no dejaba de dar vueltas por mi cabeza sabiendo los posibles contras que podía causar el aceptar aquella oferta.

Aquella mañana de sábado, mi hermana nos había dejado a Ari y a mí solas en el piso después de irse de fin de semana a un pueblecito del sur con una chica que estaba conociendo y que le había invitado a pasar aquellos días en la playa. La pequeña veía los dibujos tumbada en el sofá, acompañada de Coco, el perro de mi hermana, que permanecía tranquilo sobre sus piernas y estaba casi más hipnotizado que ella con la tele.

- Ari, termínate el desayuno, no te lo repito más veces - dije al pasar por allí y ver que estaba todavía a medias

- Voy

Se incorporó un poco para sorber de la pajita de colores que le había tocado hoy, cuando sonó el timbre de casa.

- ¿Vas tú, mi amor? - le pregunté, sabiendo perfectamente de quién se trataba

La pequeña saltó enseguida y corrió con sus pies descalzos para abrir la puerta, poniéndose de puntillas porque todavía no llegaba bien al pomo.

- ¡Mamá! - gritó nada más ver a la morena allí, que dejaba su maleta en el suelo y la alzaba para llenarse su carita de besos

- Pero si me ha recibido lo más bonito de esta casa

- Gracias eh - dije yo desde el pasillo para que supiera que la había escuchado

Amelia se acercó hasta mí con Ari en brazos y me agarró enseguida por la cintura

- Anda, no te pongas tontita - me empujó bien, hasta que casi choqué con ella y me besó bajo la atenta mirada de la pequeña - Pero es que tú no me has venido a recibir igual que ella

- No te preocupes que la próxima vez correré a tu encuentro para que me cojas en brazos - respondí entre risas antes de volver a besarla

- Estaré encantada

La morena dejó a Ari en el suelo y fue a recoger su maleta, que había dejado justo en la entrada. Se sentó en el sofá, haciendo que Coco tuviera que bajarse al suelo, un poco a regañadientes, y la pequeña enseguida apoyó la cabeza en su regazo, disfrutando de las caricias que dejaba Amelia en su pelo, mientras volvía a concentrar la vista en sus dibujos.

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Aquella tarde, habíamos decidido preparar un picnic de los nuestros e irnos hasta el parque de las 7 tetas para poder apreciar el maravilloso atardecer que nos ofrecía la tarde de verano y que así Ari también disfrutara al aire libre de un lugar al que apenas había llegado a ir.

Llegamos cuando el calor ya bajaba su intensidad, y encontramos un hueco libre donde extender nuestra manta y establecerlo todo. Amelia se fue un rato con la pequeña a los columpios, mientras yo me encargaba de colocarlo todo y quedarme un rato a solas con mis pensamientos. Sabía que la morena se había dado cuenta de que algo me pasaba, pero supongo que no había querido entrar en ello teniendo a la niña delante.

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora