19

3.7K 304 181
                                    

- ¿Dónde está mi hija?

No solo aquellas cuatro palabras me permitieron saber con certeza de quién se trataba, sino que en cuanto escuché cómo las pronunciaba supe casi al instante de que era mi madre y de que la que se podía liar allí podría ser bastante fuerte.

Caminé hasta ponerme al lado de Amelia y con un gesto le dije que se fuera hasta la habitación, donde Ari seguía descansando, y que no se preocupara que yo me encargaba de aquello. Besó mi hombro cariñosamente, como queriendo dejarme claro con aquel gesto que estaría para cualquier cosa que necesitara y nos dejo a solas, con la poca intimidad que realmente daba aquel estudio tan pequeño.

- ¿A qué has venido? – pregunté haciendo que mi madre dejara de fijar su mirada en cómo se iba la morena y la fijara de nuevo en mí

- ¿Tú qué crees? – respondió con otra pregunta llena de obviedad - ¿a ti te parece bien todo lo que estás haciendo? Deja de hacer el tonto, Luisita y vámonos a casa, por favor

- ¿El tonto? Creo que te dejé todo bastante claro e irme de casa no es ninguna tontería. Te recuerdo también, si quieres, que insinuaste que tu nieta era una carga para ti o podemos hablar también del hecho de que consideres que mi estilo de vida no es nada apropiado para mi hija al igual que el no tener una figura paterna que, por si no te acuerdas, se largó nada más saber que yo estaba embarazada

- Mira, Luisita, no quiero discutir delante de esa chica

- Esa chica es mi novia, mamá

- Lo que quieras – dijo sin creerse mis palabras – haz el favor de recoger las cosas y venir conmigo a casa, por favor

- No – me negué cruzándome de brazos

- Siempre tan cabezota – respondió un poco sobrepasada

- No pienso ir a casa y menos aún si no eres capaz de pedirme perdón

- Luisita, no te lo pienso repetir dos veces – soltó ya más alterada y alzando su voz – coge tus cosas y vámonos. Hablamos en casa de lo que te dé la gana, pero no pienso permitir que te sigas comportando como una niña pequeña llevada por una de tantas rabietas

- Mira, esto ya es lo que me faltaba – me recoloqué el pelo, un poco desesperada – no quiero gritar porque tu nieta está ahí durmiendo y le prometí que no nos volvería a ver discutir, porque, al contrario de lo que tú llegas a decir a veces, Ari siente adoración por ti y no quiero que nada de eso cambie. Puede que todas tus palabras fueran fruto del momento, o lo que sea, mira, me da igual ahora mismo, pero si no me vas a pedir perdón si quiera, te invito a que te vayas de aquí

- ¿Me estás echando?

- Sí, mamá, te estoy echando – asentí – porque estoy harta de que todo lo pagues conmigo, de que no veas bien nada de lo que hago, con todo lo que ello involucra. Así que hasta que no cambies un poco y entres algo más en razón yo no tengo nada más que hablar contigo

- No te entiendo, Luisita, de verdad que no te entiendo. Te estás equivocando mucho – se giró y salió del piso dando un sonoro portazo con el que pude sentir también cómo Amelia le hablaba a Ari intentando tranquilizarla y hacerle pensar que no pasaba nada allí.

Me dejé caer sobre la puerta y me llevé las manos a la cara ya sin poder reprimir las lágrimas por todo lo que estaba viviendo. Me encogí y apoyé mi cabeza sobre las rodillas, mirando en dirección hacia la cocina, e intenté calmar mi respiración, notando cómo apenas podía coger aire y el nudo se hacía cada vez más fuerte en mi garganta

- Cariño... - Amelia se agachó enseguida y me dejó refugiarme entre sus brazos – ya está, ya está – acarició mi espalda, sintiendo cómo hipaba del llanto y se retiró un momento para frenar las lágrimas que desbordaban ya de mis ojos – respira conmigo, por favor – intenté hacer lo que ella me pedía y, al girar y descubrir levemente mi cabeza de su cuello, me encontré con Ari, aferrada a su osito y a punto de echarse a llorar también

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora