Dejé el móvil en la mesilla y salí de la cama lo más rápido que pude, mientras Amelia no dejaba de mirarme con preocupación desde la posición en la que se había quedado. Busqué toda mi ropa por allí y la morena se levantó para hacerme una infusión en lo que terminaba de prepararme y adecentar un poco tanto mi cara como mi pelo.
- Bébetela – pronunció dejándome la taza sobre la barra que separaba la cocina del salón – Te vendrá bien – siguió viendo mi cara
Me la bebí rápidamente, provocando una sonrisa en ella al ver que casi me quemaba la lengua por no esperar un poco más. Cogió el abrigo con el que había venido, me lo ofreció y, una vez puesto, nos paramos una enfrente de la otra.
- Va a ir bien, ya lo verás – dijo cogiendo mi rostro entre sus mejillas – Avísame con lo que sea, por favor. Da igual la hora. Voy a estar ahí para lo que necesites
Asentí sin saber bien qué decir y agradecí su beso de despedida mientras recogía mis lágrimas con las yemas de sus dedos. Amelia se quedó esperando en la puerta hasta que desaparecí por las escaleras y agradecí, nada más bajar, que hubiese llamado a un taxi para no tener que esperar demasiado al metro y llegar aún más tarde a mi casa.
Entré, saludé al hombre, que me respondió amablemente, y pegué mi cabeza en el cristal de la ventana, viendo cómo Madrid pasaba ante mis ojos, a pesar de que todavía era bastante temprano.
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Subí las escaleras de casa, autoconvenciéndome de que debía ser valiente ante la que me pudiera caer al traspasar la puerta y respiré un poco aliviada al comprobar que tan solo mis hermanos y mi abuelo estaban en casa en aquel momento.
Saludé a los que estaban por el salón, ganándome una mirada curiosa de mi abuelo y me fui directa a la habitación donde Ari jugaba entretenida con sus piezas de construcción tiradas por el suelo.
- ¡Mami! – elevó su cabecita al verme y enseguida estiró sus brazos para que la pudiese coger y saludarla en condiciones
- ¿Qué tal mi vida? ¿has dormido bien?
- Sí – asintió – Aunque te he echado un poquito de menos – confesó con un pequeño puchero, mientras apretaba aún más sus bracitos alrededor de mi cuello - ¿por qué no has venido antes? – me preguntó curiosa y sin dejar de mirarme.
- Me quedé a dormir en casa de la tita porque salimos muy tarde – mentí
- Pues la abuela dice que la has estado eñañando, que no estabas en el bar de la tita
- ¿Y cómo te has enterado tú de eso?
- Se lo escuché decírselo al abu – respondió encogiéndose de hombros
Asentí, con algo de miedo, y dejé de nuevo a la pequeña en el suelo, sentándome con ella a jugar un rato, intentando distraerme así un poco. Coloqué unas cuantas piezas en su torre, provocándole alguna que otra carcajada cuando se derrumbó por completo.
Mi abuelo se asomó poco después para informarme de que bajaba al bar y subía ahora mi padre, y también para dejarme claro que mi madre se había ido pronto esta mañana a ayudar allí y que no volvería hasta después de comer, por lo que al menos podría pasar ese tiempo algo más tranquila.
Escuché cómo se abría la puerta de casa de nuevo y a Ari se le iluminó la cara enseguida, sabiendo perfectamente que se trataba de su abuelo. Dejó todo tirado por allí y salió corriendo a saludarle, demostrando una vez más que ambos eran la debilidad de cada uno.
- ¿Te has portado bien? – conseguí escuchar según me acercaba al salón para ver el modo en el que venía mi padre
- Sí, he desayunado todo y estaba jugando con mami
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Más de lo que ves - Luimelia
FanfictionHay veces que la vida te hace plantearte todo de nuevo, convertirte en rutina o dar un salto al vacío sin dejar de pensar cuál es tu punto de referencia