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La luz del sol me despertó en aquella cama con las sábanas revueltas y nuestros cuerpos completamente desnudos. Me estiré un poco y mi mano se enredó enseguida entre rizos repartidos por toda la almohada. Sonreí y con mi dedo índice comencé a delimitar su rostro, todos sus rasgos que me parecían preciosos hasta que poco a poco comenzó a abrir sus ojos y a mirarme mientras yo seguía con mi tarea.

Atrapó mi mano, dejando un beso sobre su dorso, dejándomela en su cuello y se acercó para unir nuestros labios con la mayor de las delicadezas.

- Buenos días – susurró sin despegarse de mi rostro - ¿has descansado? – preguntó colocando su mano en la parte trasera de mi cuello, enredándose con mi pelo

- Todo lo que me has podido dejar descansar – respondí volviendo a capturar sus labios para girarme y colocarme encima de ella

- Luisita – protestó entre beso y beso mientras mis manos comenzaban a perderse por su espalda – Luisita que así no nos va a dar tiempo – yo solté un suspiro de aceptación, aunque un poco a regañadientes y me moví para dejarla libre

Amelia salió de la cama mostrándome su cuerpo desnudo y se perdió, camino a la cocina, dejándome allí a solas con mis pensamientos. Escuché cómo encendía la cafetera, sacaba algo de la nevera y regresaba de nuevo hasta la habitación para quedarse mirándome durante unos segundos.

- ¿Te duchas conmigo? – preguntó mordiéndose el labio y moviendo ligeramente su cuerpo

- ¿Para eso sí que nos da tiempo? – ella asintió y yo no pude más que levantarme de aquella cama y acompañarla hasta la ducha.

Accioné el grifo para que empezara a caer el agua caliente, mientras ella se desenredaba bien el pelo y fui la primera en entrar notando enseguida cómo sus brazos se aferraban a mi cintura y sus manos acariciaban la zona baja de mi estómago mientras sus labios se posaban en mi cuello e iban descendiendo por mi clavícula y mi hombro derecho.

Las yemas de sus dedos fueron bajando poco a poco hasta llegar a mi zona más íntima provocándome un primer gemido que desembocó en muchos más al sentir cómo se paseaba por allí, acelerando mi respiración, hasta que se hundió por completo provocándome un primer orgasmo silenciado por el agua que caía sobre nosotras.

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- ¡Hola! – saludé entrando en casa de mis padres después de que Ciriaco nos hubiese abierto la puerta

- Ay, hola – respondió mi madre apareciendo por el salón bastante agobiada – Es que estoy intentando que se terminen de preparar los pequeños, ahora llega Manolín que tiene la camisa arrugada, tu padre que si no sabe si ponerse corbata o no y no paro

- Venga, Manolita, que te ayudamos

- No, no, ni hablar. Vosotras hoy sois las protagonistas así que ni os preocupéis por esto

- Pero si estás más atacada que nosotras – solté yo viendo cómo se encontraba – ¿Ari está ya vestida?

- Debería – contestó – Estaba Marisol ayudándola

- Bueno, pues vamos a ver cómo va – dije mirando a la morena

- Tenéis los vestidos en mi habitación – soltó antes de que desapareciésemos por la puerta – estáis muy guapas – nos dio un beso en la mejilla a las dos y se perdió de nuevo por el pasillo seguramente en busca de Cata que no quería vestirse

Miré a Amelia, encogiéndome de hombros porque aquello no era nada que no hubiese vivido ya y salimos hacia mi habitación donde no se oía nada. Di unos golpes en la puerta y la abrí encontrándome a la pequeña sentada en la cama, con sus piernas balanceándose y la cabeza un poco agachada, mientras tenía un juguete entre sus manos.

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora