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Los escasos metros que separaban el piso de Amelia de la cafetería se me hicieron eternos. Ari se había quedado completamente callada, como si supiera que necesitaba aquel momento de silencio para hablar con mis propios pensamientos. Lo único que hacía era apretar fuerte la mano que se agarraba a la suya y mirarme de vez en cuando como intentando adivinar en mi expresión qué era lo que pudiese estar sucediendo.

Cogimos una mesa de la terraza aprovechando el sol que alumbraba aquella tarde y que así la morena nos pudiera ver con facilidad y mientras que la pequeña pedía algo lleno de azúcar que la mantendría revolucionada durante la película, si conseguíamos llegar a verla, yo me decanté por una tila que pudiera apaciguar el estado en el que me encontraba.

- Mami – rompió Ari el silencio por primera vez, haciendo que posara mis ojos en ella y le dedicara una pequeña sonrisa - ¿quién era? – preguntó

- ¿Quién era quién, cariño? – dije ganando unos segundos para saber qué responderle

- La chica que entró, la que se ha quedado con Melia

- Es una conocida suya con la que necesitaba hablar

- ¿Por eso nos hemos ido?

- Claro, a veces la gente mayor necesita tratar sus temas a solas y tener espacio – Ari asintió entendiendo y dio un primer sorbo a su batido recreando un pequeño temblor con su cuerpo, seguramente de lo fría que estaría su bebida

- ¿Está rico? – le pregunté después de que me sacara una sonrisa con su expresividad

- Mucho – asintió efusiva - ¿quieres, mami?

- No, mi vida, todo para ti – ella se encogió de hombros, mirándome como si estuviera loca por no querer probar su delicioso batido y preferir mi insípida infusión

Las dos habíamos terminado nuestras bebidas cuando vi aparecer a Amelia por allí con gesto serio. Nos localizó enseguida y se acercó hasta la mesa, sentándose al lado de Ari, justo enfrente de mí y asintiendo con su cabeza a la mirada que le dediqué y que supo entenderme perfectamente.

- Oye, no me has dejado nada de batido – protestó a la pequeña haciéndole cosquillas en su costado provocándole una divertida sonrisa

- Es que estaba muy rico y como no venías...

- Ya, ¿me perdonas por no haber merendado con vosotras? – le preguntó con segundas intenciones que iban directas hacia mí

- Sí – asintió – porque mami me ha dicho que necesitabas tu espacio, que no sé qué es, pero si lo dice ella yo la creo

Amelia le sonrió, dejándole un tierno beso en el pelo y me miró de nuevo

- Nos da tiempo todavía a ir al cine, ¿no?

- Sí, la sala está cerca y queda media hora todavía

- Perfecto, ¿tienes ganas, peque?

- ¡Muchas!, ¿podemos comprar palomitas?

- Te acabas de tomar un batido, mi vida

- Porfi – pidió juntando sus manitas y mirándome con aquellos ojitos verdes de no haber hecho nada malo en su vida

- Está bien – accedí

- Podemos pedir para las tres si queréis porque yo tengo hambre y tú con eso no creo que tengas muy lleno el estómago – dijo Amelia señalando mi infusión

- Ya sabes – me encogí de hombros y me levanté para ayudar a Ari a ponerse la chaqueta que estaba en el respaldo de su silla

Yo me abroché los botones de la chaqueta vaquera que llevaba aquel día y la morena aprovechó un momento en el que mi hija se acercaba a mirar unos pájaros que estaban revoloteando a nuestro lado para acercarse a mí y coger mi mano

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora