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Amelia pidió un Uber para llegar más rápido hasta su casa y dejó que Ari y yo nos sentáramos atrás mientras ella iba dando indicaciones al conductor. La pequeña se sentó justo a mi lado, abrazada a su osito de peluche y con su cabeza echada un poco sobre mi cuerpo, dando pequeños suspiros con las caricias que iba dejando en su pelo.

A nuestro alrededor, el cielo de Madrid comenzaba a oscurecer, permitiéndonos una visión privilegiada de algunos de los monumentos que íbamos atravesando. Amelia de vez en cuando miraba hacia atrás dedicándonos alguna que otra sonrisa, hasta que el coche finalmente se detuvo y nos bajamos de él.

Cogí a Ari en brazos y la morena se encargó de arrastrar la maleta de nuevo. Entramos en su edificio en silencio, subimos las escaleras y abrió la puerta de su casa, mientras sonreía a la pequeña, que había soltado un poco el agarre que tenía en mi cuello para observarlo todo curiosa. La dejé en el suelo para que inspeccionara un poco más y fue corriendo junto a la guitarra, que reposaba con su funda junto a la pared.

- Deja la maleta en la habitación - comentó Amelia sin dejar de mirar a Ari. Yo asentí y ella se acercó un poco más a la niña que miraba la guitarra, pero no se atrevía a tocarla

Solté la maleta junto a la cama y volví al salón, encontrándome a la morena en el sofá, con Ari a su lado, expectante por ver cómo quitaba la funda y descubría el instrumento.

- Mira, ven - susurró cogiendo a la pequeña y sentándola en su regazo mientras yo permanecía un poco escondida - tienes que poner los dedos aquí - cogió sus manita marcando un acorde y ella se encargó de que sonara

- ¡Hala! - gritó Ari emocionada - ahora otro, porfi - pidió girando su cabecita para mirar a Amelia con sus ojitos verdes

- Está bien

Volvió a poner los dedos de la niña en el traste para que marcaran otra nota y tocó las cuerdas en la caja permitiendo que sonara de nuevo ante los grititos de emoción de la pequeña. Poco después, la morena pasó a ser ella la que cogía el instrumento de nuevo, manteniendo a Ari en su regazo y comenzaba a tocar la melodía de la canción de Frozen que tanto le gustaba a mi hija. 

- Mira, Ari - susurró sobre el oído de mi hija una vez terminó - creo que alguien nos está espiando - comentó señalándome para que mirase

Salí sonriendo de mi escondite y me senté junto a ellas para disfrutar de aquel pequeño recital en directo. Ari estiró sus brazos para que la cogiera yo, y entrelacé los míos alrededor de su cuerpo mientras escuchábamos a Amelia cantar y tocar la guitarra a la vez. 

Terminó de entonar las últimas notas de la famosa canción de Toy Story y se descolgó la guitarra, mientras sonreía al escuchar los aplausos que había desencadenado la pequeña. 

- Bueno, yo creo que es hora de pedir algo de cenar - dijo levantándose del sofá - ¿alguna petición? La haría yo, pero ya sabéis que soy bastante mala para estas cosas y no creo que sea muy bueno alimentar a Ari con sándwiches y tazones de cereales

- No mucho, la verdad - comenté con una carcajada - ahora vamos a la cocina a ayudarte a elegir

Ella se fue y yo aproveché el momento para sacar del neceser los medicamentos e inhaladores de la pequeña y dárselos antes de cenar, asegurándome así de que estaba bien y también de que se le había pasado ya un poco el susto de todo lo que había vivido. La ayudé a ponerse de pie y salió corriendo hacia la cocina, donde Amelia la alzó para sentarla en la pequeña barra que hacía de separación entre la cocina y el salón. 

- ¿Qué te apetece pequeña? - preguntó mirando a Ari. Esta me miró a mí, como pidiendo aprobación y yo le hice un gesto afirmativo con la cabeza

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora