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Mi madre mantenía la cabeza agachada sin ser capaz de mirarme a los ojos y eso provocaba una pequeña angustia en mí. Amelia se había ido para dejarnos a solas, sabía que ambas necesitábamos aquella conversación y, quizás, al vernos en aquel estado y después de haber hablado con ella, sabía que era el mejor momento para hacerlo.

Frené las palabras de mi madre, que estaba ya disculpándose y decidí que debía ser yo la que empezara a hablar. Sin embargo, esta vez no era la cabezonería la que hablaba por mí, si no, en parte, mi sentimiento de culpabilidad.

- Mamá... - volví a pronunciar sintiendo cómo mi cuerpo temblaba y la respiración se aceleraba, incrementado así el pitido de la máquina. Cerré los ojos intentando tranquilizarme y estabilizar la entrada de aire en mi cuerpo y continué – soy yo la que tiene que pedir perdón – conseguí decir mientras ella negaba con la cabeza – sí, sí que tengo. Tenías toda la razón con lo que me dijiste sobre cómo ejerzo de madre y la calidad de vida que le puedo dar a Ari. Pero si mírame, mamá – seguí con las lágrimas ya desbordando de mis ojos – me despisté y casi pierdo a lo que más quiero en este mundo por ese despiste. Es que... si le llega a pasar algo, mamá, si le llega a pasar algo me muero. No me lo habría perdonado en la vida – los sollozos inundaban ya todo mi cuerpo

- Respira, cariño, respira – dijo mi madre fijando por fin su mirada en mi rostro y posando una de sus manos en mi hombro y la otra sobre mi pecho para que la acompañara en las respiraciones - ¿mejor? – preguntó una vez comprobó que conseguía relajarme un poco. Yo asentí levemente y ella se sentó en un borde de la cama que estaba libre antes de coger mi mano y apretarla fuerte entre sus dedos – Soy yo la que tiene que pedirte perdón, Luisita. He desconfiado de ti, de tu vida, de que la quieras vivir como la chica joven que eres, de tu papel como madre... Lo siento mucho, hija, de verdad. No estaba en mi mejor momento y lo pagué contigo sin que te lo merecieras en absoluto. Lo que hiciste.... Luisita, lo que hiciste fue el acto más valiente que he llegado a ver nunca y ha demostrado que eres la mejor madre que puede llegar a haber. Todos tenemos despistes y este seguramente fue uno de los peores que podríamos haber llegado a vivir, pero no te lo pensaste en ningún momento, te tiraste sobre Ari arriesgando tu vida, solo para salvarla, sin importarte lo que te pudiera llegar a pasar. Solamente una buena madre habría sido capaz de reaccionar de esa manera – soltó mirándome con el brillo en sus ojos – Eres una madre perfecta y jamás voy a volver a dudar de ello, lo único que te pido ahora es que ojalá en algún momento consigas perdonarme lo mal que me he comportado contigo

- Mamá – conseguí pronunciar entre sollozos

- ¿Lograrás perdonarme? – preguntó sin soltar mi mano. Yo asentí sin pensarlo

- Ahora mismo lo único que necesito es que me abraces y no me sueltes durante un buen rato

Mi madre no dudó en hacer lo que le acababa de pedir, feliz de poder escuchar aquello, y me abrazó con las ganas que seguramente llevaba reteniendo desde que se enteró de todo lo que había ocurrido. Enterré mi cabeza en el hueco de su cuello y, después de mucho tiempo, volví a sentirme en casa, tan segura como cuando de pequeña me refugiaba en sus brazos cada vez que me pasaba algo.

- Hay algo más que quiero decirte – contó mientras sus brazos se dejaban de aferrar lentamente a mi espalda

- Amelia – la interrumpí yo sabiendo perfectamente sobre lo que quería hablar

- Sí, hija. He visto cómo se preocupaba por ti, cómo cuidaba de Luisita y creo que estuve muy equivocada con ella al crearme una imagen sin siquiera conocerla. Tendrías que ver la cara de preocupación que tenía. Fue la que avisó a tu hermana para que contactara con todos nosotros y no se separó en ni un solo momento del lado de Ari. Tenías que ver a la pequeña, estaba muerta de miedo y solo se tranquilizaba en sus brazos. Y ella en ese momento sabía que estar al lado de Ari era lo que tenía que hacer a pesar de la preocupación que tenía por tu estado.

Más de lo que ves - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora