Cuando Nathalie terminó con las llamadas pendientes, se sentía exhausta.
Se quitó los anteojos, cerró los ojos, y se llevó la mano a la parte inferior del cuello para masajear los músculos tensos mientras intentaba aliviar el estrés. Dejó escapar un profundo suspiro de alivio y se dedicó a oír la melodía que se percibía a lo lejos y que llegaba a penas con sonidos discordantes hasta donde estaba. Se escuchaba algo torpe y desacorde, pero de todos modos, sonrió. En el sonido lejano podía distinguir un gran avance de las últimas semanas. Ya no eran simples teclazos chirriantes, ahora era más parecido a una verdadera canción. El fruto de trabajo y dedicación.
Y a pesar de que no debía, se levantó. Tomó de nuevo sus anteojos y se guardó el móvil en el bolsillo, luego caminó con premura por el pasillo. Cuando estaba llegando al umbral del salón principal vio como Rosita se asomaba desde la esquina observando el espectáculo. Caminó más despacio, y casi de puntillas, para no ser escuchada y cuando estuvo a las espaldas de Rosita le tocó los hombros haciendo que dieran un brusco respingón del susto.
—¡Maldita sea, mujer, casi me matas! — susurró, llevándose la mano al pecho aún alterada.
Nathalie sonrió con burla.
Rosita bufó con suficiente fuerza para sacudirse el flequillo rosa y entornó los ojos molesta.
—¿Qué es lo que haces oculta?
—Vine a hacer lo mismo que tú — respondió, sonriendo de medio lado.
Su ánimo volvió a recuperarse y se giró para tomar atención.
Nathalie siguió su ejemplo. Miró sobre su hombro y no tardó en avistarlo. Estaba sentado en el banquillo, con sus pies apenas rozando el suelo, su cabecita de cabello desordenado y rubio estaba un poco gacha mientras sus manos tocaban con algo de torpeza las notas escritas en una partitura que estaban sobre el atril. Una sonrisita tierna y orgullosa se coló en sus labios mientras lo observaba. Desde donde estaba no podía verle el rostro, pero estaba segura que su pequeño ceño estaba fruncido en una concentración absoluta y reflexiva, haciendo su mayor esfuerzo por llevar a cabo y comprender las instrucciones de su profesora de piano; Agustina Gustav Ferret, también conocida como Madame Gus, una retirada concertista de piano.
—Lo está haciendo realmente bien...
—Practicamos juntos el fin de semana — murmuró Rosita, sin apartar la mirada del niño —. Fue realmente difícil que comenzara correctamente con los acordes, pero inventamos un juego que le ayudó a superar la dificultad — miró sobre su hombro y sonrió extensamente, luego dejó escapar un suspiro mirando nuevamente a Adrien —Me alegro que funcionara lo que hicimos — prosiguió con un talante satisfecho en la voz —, ahora más que nunca se merece la tarta.
La sonrisa de Nathalie se expandió.
—Sí, mi niño se la merece — susurró para sí misma, absorta en sus pensamientos, totalmente cautivada por la bonita imagen que tenía delante.
Se veía mayor, todo un caballerito haciendo magia en el teclado. Aunque debía admitir que ella misma poco y nada sabía de música clásica, lo que oía era suficiente para darle entender que era una pieza típica e infantil. Le gustó verlo desenvuelto, concentrado y resuelto en su clase. No se encontraba tenso, ni distraído y se daba cuenta que realmente disfrutaba mucho más de la lección de piano ahora, que cuando había comenzado hace varias semanas atrás.
Madame Gus, incluso, se veía menos tensa de lo habitual. El paso calmado de sus tacones por la estancias a las espaldas del niño, mientras le daba instrucciones eran menos severos que antes. Nathalie se dio cuenta que su falda lápiz no tenía ninguna arruga, al igual que su blusa de manga larga holgada y con volantes. Era una mujer que la intimidaba, con su mirada crítica y sus labios furiosamente pintados de rojo o algún color resaltante, que destacaba contra el marco verde esmeralda de sus anteojos de medialuna. Siempre con su moño en alto bien peinado y severamente sujeto y aquella baruta entre manos.
ESTÁS LEYENDO
Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...