Nicole salió del despacho justo cuando Nathalie estaba a unos pasos de la puerta. Llevaba la nariz con dos tapones de papel higiénico y una sonrisa satisfecha en los labios enrojecidos, mientras se limpiaba las comisuras de la boca con los dedos en un gesto sexual sugestivo. La mancha de sangre en su blusa era evidente, pero todo rastro en su rostro había desaparecido.
Nathalie apretó los dientes y cuando pasó junto a ella, le tomó el brazo y se lo apretó con fuerza. La observó con todo el odio que pudo, pero la sonrisa de superioridad en los labios de Nicole no desfalleció ni un milímetro.
—¡Señorita Sancouer! — gritó su jefe con impaciencia.
Nathalie, con voluntad, soltó a Nicole con violencia y pasó por su lado no sin antes empujarla. Sabía que la batalla contra su jefe sería complicada, por no decir imposible. Pero le había aguantado muchas cosas a Nicole Pinnock; robos, mentiras y lenguaje inapropiado, pero verla maltratar a Adrien había rebasado el vaso de su paciencia. Podía aceptar cualquier cosa con la que podría lidiar, pero aquella barbaridad jamás.
Después de cerrar la puerta a sus espaldas, se dirigió hasta el imponente escritorio de cristal de su jefe y detuvo sus pasos justo frente a este. Gabriel le observaba con dureza, con ambos codos sobre la superficie de la mesa y con los dedos frente a él enlazado en un triángulo. Sus ojos celestes translúcidos eran tan fríos como el hielo.
—Tome asiento — dijo luego de un largo silencio.
Nathalie acató la orden sin apartar sus ojos, esta vez no iba a agachar la mirada. Si iba a reprenderla se defendería, pues tenía muchas cosas que decir al respecto.
—Su comportamiento, señorita Sancouer, es inaceptable en todos los niveles — comenzó Gabriel con voz seca, bajando las manos y dejándolas sobre el escritorio —. Ha sido insubordinada — mientras más hablaba, su voz más iba subiendo de decibeles —; ha atacado a la señorita Pinnock sin justificación y, además, ha desobedecido mi autoridad en esta casa pidiendo a los agentes de seguridad que invadan su propiedad privada en múltiples ocasiones. La ha insultado, maltratado y puesto en peligro a mi hijo en el proceso.
Nathalie apretó las manos sobre su regazo. Esa maldita mujer, había vuelto las cosas a su favor.
—Lo que...
—¡No quiero estupideces! — exhortó alzando la mano —. Las acusaciones de la señorita Pinnock fueron precisas. No quiero justificaciones baratas.
Nathalie asintió seco, apretó los dientes, tomó una pequeña inspiración para calmarse y habló con voz fuerte, firme y seria, enfrentando la ira de su jefe.
—Sí, la ataque — concedió, y prosiguió antes de que el obtuso del señor Agreste aportara algo —. Pero solo porque lo encontré maltratando a Adrien.
—Ella señaló que le estaba corrigiendo. Es su trabajo, no el suyo.
—¿Golpeándolo? ¿Tirándolo al piso y burlándose de él? — alzó un poco la voz enardecida —. No creo que la señorita Pinnock solo le estuviera corrigiendo. Ella le pegó frente a mis ojos, lo insultó e incluso cuando me vió, no tuvo la decencia de disculparse.
—Usted la agredió — señaló con aspereza.
—Y ella a mí— le plantó cara —. Y sobre las otras acusaciones, sancioneme si quiere, pero no es la única infracción que esa mujer ha tenido en esta casa.
—Invadió propiedad privada, ordenó que registraran las cosas de la señorita Pinnock, insultó y maltrató a alguien inocente — repitió el mismo discurso en voz brutalmente cortante —. Y, además, pasó sobre mi autoridad en esta casa, ¿cree que va a salirse con la suya así de simple?
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomantizmNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...