Nathalie estaba molesta.
No. Más bien, furiosa.
Sí, estaba a punto de hervir de ira, mientras se paseaba de un lado al otro por el salón principal de la mansión. Y el responsable de tal ofuscación no aparecía por ninguna parte. Ni respondía las incesantes llamadas o los mensajes..., escritos bastante amables, comparados con su actual estado de rabia.
Caminó y caminó. Se sentó un rato, se puso de pie y luego volvió a reemprender su camino. Vio la ventana, texteo con su hermana (con mensajes triviales) y luego volvió a pasearse sin rumbo. Cuando se detuvo frente al ventanal, observó la oscuridad a través del jardín y se permitió respirar calmadamente y con pausa. Lo necesitaba, puesto que ya estaba mareada de ir de un lado al otro.
—¿Nate?
—¿Qué? — espetó y se volvió.
Rose estaba a pocos metros, cerca de la entrada.
—¿Necesitas algo? Estaba a punto de ir a descansar... — preguntó, con voz cauta y un tanto preocupada.
La culpa atenazó a Nathalie de inmediato. La chica ni siquiera tenía la culpa de lo sucedido.
Suavizó el semblante y negó.
—No. Tranquila. Ve a dormir — miró la hora en su reloj —. Esperaré diez minutos más y luego me marcharé.
—Bien. Que descanses.
—Duerme bien — murmuró Nathalie, antes de verla retirarse.
Caminó hasta el alargado sillón y se dejó caer al lado de su bolso con un suspiro cansino. Tras una tarde agitada, pero divertida con Adrien, ambos habían cenado. Y Gabriel no había parecido ni se había excusado. Solo huyó, sin meditar palabra y evitó sus llamadas como la peste. Sarah tampoco sabía nada de él y, Dante, mucho menos. A él le había dado por desaparecer y ella, que ya debía estar acostumbrada a sus arranques (pues lo había visto bastante en los años que trabajó junto a él), esa vez la irritó.
Todo estaba cambiando con bastante rapidez.
Demasiado para ser normal.
No era hasta ayer que no quería ver ni su sombra y ahora lo buscaba desesperadamente.
¡Pero, que Dios la guardara! Solo quería que él comenzara a cumplir su papel de padre, ¿no era por eso que la había buscado? ¿Siquiera había estudiado el acuerdo que le había entregado por la mañana? ¿Tal vez había ido demasiado lejos? ¡No! ¡Definitivamente no! Era lo justo y se mantendría firme.
Cenas, tiempo de calidad y cariño. Era todo lo que necesitaba para que esos cinco años (que ni siquiera habían comenzado del todo aún), fueran provechosos. Al final de ese camino, cuando ella se marchara de esa casa, se iría sin arrepentimiento y segura que había dado todo de sí para mejorar las cosas, ni más, ni menos... Pero, eso no bastaba, claro. Si el responsable de tanto dolor no se disculpaba ni se esforzaba por cambiar. ¿Qué más daría que ella estuviera allí si las cosas, incluso después de su matrimonio, seguían siendo igual que antes? Con Gabriel cómo un padre ausente y déspota.
«No pretenda cambiarme, señorita Sancouer, porque no va a funcionar»
La frase de esa mañana hizo eco en su mente con fuerza.
Él parecía no querer avanzar. Estaba atrapado en un ciclo de ira y ofuscación. Era el reflejo de sus acciones también. ¿Sería eso a lo que se refería Dante cuando le dijo que aprendiera en que confiar? Claro que no había vuelta atrás respecto a su decisión. Pero ¿eso tenía que ver con la aversión de las palabras de Dante referidas a Gabriel y su esposa? ¿Él era así antes de que su mujer falleciera? ¿Cuánta crueldad aguardaba en Gabriel Agreste? ¿Se vería ella arrastrada al centro de esa maldad y rencor?
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...