Nathalie alzó el rostro al sol, o al menos a los pocos rayos que se colaban bajo la copa del árbol a sus espaldas y que la cubría.
La fría brisa, con los cálidos rayos se entremezclaron. La combinación solía hacerla estremecer, pero esta vez solo se limitó a la saturación de sensaciones. Había hablado largo y tendido durante más de dos horas, y ahora, llevaba varios minutos en silencio, solo disfrutando de la tranquilidad típica del lugar.
Tras la despedida difícil con Adrien el martes, había escapado a un lugar donde podía encontrar algo de paz en su vida. Lo cual necesitaba con urgencia, debido a los últimos y catastróficos acontecimientos. La culpa después de salir de la mansión había sido pesada y no la había dejado dormir lo suficiente por la noche, incluso tras llorar un manantial de lágrimas que la dejaba agotada y deshidratada. Por lo que, mientras recordaba la pena y las acusaciones de Adrien por su inminente despedida, había ido a parar al cementerio. Se pasó todo el martes sentada en el banquillo de concreto, a pesar del día nublado y húmedo después de la lluvia, mirando las lápidas de mármol que yacía a pocos pasos; rodeadas de césped bien cuidado, un par de coloridos remolinos de papel brillante que giraba a medida que la brisa se levantaba, un rinoceronte de peluche desgastado y sucio por el tiempo y al menos tres ramos de flores de los últimos tres días en los que había asistido sin falta; desde que el cementerio abría hasta que cerraba. Se quedaba horas contemplando las letras labradas y las frases simples contra la piedra pálida. Había charlado animadamente, combinando con horas llenas de pena y angustia. Se había lamentado de sus heridas, se había disculpado innumerables veces y también había pretendido, por un momento, mientras se recostaba contra el banco de concreto y descansaba la cabeza contra el bolso, que todo estaba perfecto. El único lugar donde podía estar tranquila, le había concedido algunas horas de descanso, repleta de sueños antiguos, con recuerdos hermosos y otros desgarradores. Memorias impregnadas de heridas que ahora se entremezclaban con su presente.
—Les hubiera encantado conocerle — susurró con los ojos cerrados, disfrutando simplemente del silencio —. Creo que lo hubieran amado tan solo con verlo...
—¿Todavía vienes?
Nathalie abrió los ojos sobresaltada.
Miró a su izquierda, al hombre de rostro serio. Se levantó del banquillo de piedra, casi por reflejo y se le quedó observando, estupefacta. No había pensado volver a verlo, no al menos desde hace varios años desde la última vez que estuvieron frente a frente... y ese último encuentro no había sido nada agradable.
Sintió unas repentinas ganas de correr. Huir de él, pero se mantuvo quieta, observando con aprensión y cautela como él acortaba la distancia. Apreciando como los años habían pasado por el rostro de ese hombre a pocos pasos, cuyo aspecto ahora era más maduro. Su cabello siempre de lustroso castaño ahora tenía varias hebras plateadas a los costados. Sus ojos ámbar seguían siendo brillantes, pero ahora tenía sobre ellos una sombra que opacaba cualquier tipo de emoción. Había envejecido. Adam había envejecido y no era para nada el hombre de sus recuerdos.
—¿Qué haces aquí? — se las arregló para formular la pregunta, sintiendo las cuerdas vocales comprimidas.
Adam se acuclilló un momento para dejar un ramo de flores frente a la tercera lápida y luego de tocar la superficie de mármol por casi un minuto entero, volvió a levantarse, sacudiéndose las mangas del abrigo café.
Nathalie se encontraba tensa, mientras le miraba tomar su tiempo para enfrentar su mirada. Le pareció extrañamente curioso ver que aquella mala costumbre no había desaparecido ni con los extenuantes años. También, mientras lo estudiaba, se dio cuenta que era curioso cómo pasaban los años y cómo podía cambiar lo que sentía un corazón drásticamente. El hombre que tenía delante había sido su vida, su primer amor. El causante de tantos buenos momentos y, también, el detonador de su peor pesadilla. Lo había amado apasionadamente, contra su propio juicio y contra la opinión de muchas personas. Pero ahora... ahora, que le miraba después de tanto tiempo, ya no había amor, ni pasión, ni estremecimiento. En ese momento, después de haber estado años sin verlo, simplemente no sentía nada. Como si todo esos sentimientos de incordia le hubieran entumecido el alma.
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...