—¿Nate, cuántas veces has ido al acuario?
La vocecilla de Adrien la distrajo.
Apartó la mirada de la ventanilla y miró al retrovisor para encontrar el reflejo del pequeño niño esperando paciente su respuesta. Se volvió ligeramente sobre su asiento, para mirar la parte trasera del vehículo y con ello a Adrien. Gabriel conducía a su lado. El ambiente era una mezcla de música pop de una estación de radio al azar y tensión.
Tras salir de su apartamento, Nathalie había acordado con su familia que se encontrarían en el acuario ya que no cabrían todos en un mismo auto. Marinette había intentado convencerla de que ella se fuera con ellos en el auto de Tom, pero Nathalie declinó tirando ligeramente de unas de sus coletas y bromeando. No había posibilidad alguna de que dejara solo a Adrien con Gabriel, puesto que intuía que este último se echaría atrás a la primera oportunidad. Aquello había causado una ronda de preguntas que había almacenado en un rincón de su mente, sumándole a la lista de cosas por preguntarle a Gabriel Agreste cuando llegara el momento.
Sonrió suavemente y asintió.
—He estado allí un par de veces. Es agradable, hay mucho por ver. Te gustará.
Adrien correspondió la sonrisa y sus ojos brillaron alegres.
Nathalie miró de reojo al serio hombre conduciendo. No emitía ni un ruido prolongado o alto, más que discretas exhalaciones quedas y bajas.
—¿Qué hay de ti, Gabriel? — preguntó —. ¿Conoces el acuario?
Gabriel la miró unos segundos antes de volver los ojos a la carretera.
Nathalie percibió el cambio en su mirada y vio como su frente se arrugaba. No dijo nada y esperó paciente con la mirada fija en él. Cuando él volvió a observarla, ella sonrió un poco más. Se le veía incómodo, como si esa simple pregunta jamás se le hubiera pasado por la mente. Tal vez, pensó Nathalie, se estuviera replanteando esa mañana. O tal vez, estuviera ideando una forma de salir corriendo en cuanto llegaran, pues estaba visto que le había tomado con la guardia baja.
—No. Nunca he ido — su voz sonó enronquecida y baja.
—Al parecer será una primera vez para ambos, Adrien — dijo con una sonrisa de ánimo. Nathalie observó como el pequeño tenía la mirada fija en la nuca de su padre —. Tenemos que ir a muchas partes. Hay exposición preciosas de corales ¡Ah! — dijo con entusiasmo, alargando la mano para tocar el brazo de Gabriel, pero sin apartar la mirada de Adrien —. También existe en exhibición el fósil de la mandíbula de un megalodón.
—¿Qué es un megalodón? — preguntó Adrien.
—El megalodón es una especie extinta de tiburón que existió hace millones de años. Era enorme y terrorífico.
Los ojitos de Adrien se abrieron desmesurados y sus labios se separaron admirado y sorprendido por la información y tras unos segundos de silencio, preguntó arrugando las cejas;
—¿Qué significa «extinta»?
Nathalie contuvo la risita y se limitó a sonreír.
—Extinguir se refiere al término de una cosa. La disminución de los integrantes de un conjunto de criaturas, que poco a poco van desapareciendo hasta que dejan de existir. Hasta que ya no queda ninguno de su especie — al ver su mirada seguían un tanto confundida, agregó —: ¿Te gustan los perritos? — la cabeza de Adrien se sacudió positivamente —. Bien. Imagina un mundo donde uno por uno los perritos se fueran perdiendo y nadie nunca los volviera a encontrar, hasta el punto que todos los perritos del mundo desaparecen y ya no hay más perritos.
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...