Al día siguiente, Nathalie se encontró a primera hora en casa de su hermana. Como tía predilecta e invitada favorita — por no mencionar, esclava ocasional — debía ayudar con los arreglos para el cumpleaños de su sobrina. Y dado que el resto de los invitados no llegarían hasta entrada la tarde, se pasó gran parte de la mañana y mediodía decorando el jardín donde se llevaría a cabo la celebración. Sin embargo, a pesar de fingir mil sonrisas y bromear animadamente con su sobrina y cuñado, su hermana mayor tenía sus agudos ojos puestos sobre ella. Y por mucho que quisiera ocultar las miles de emociones que se amontonaban en su interior, realmente le era imposible.
—¡Tía! — exclamó Marinette, desde la otra punta del extenso jardín, cargando una enorme caja, incluso más grande que su propio cuerpecito —. ¡Auxilio! ¡Ayúdame! ¡Esto está pesado!
Nathalie corrió a su encuentro, asustada, olvidando su propia tarea con urgencia para ir ayudarla. Pero, cuando alzó la caja se dio cuenta que era de cartón y que realmente de peso no tenía nada. Marinette, al verla descuidada, se arrojó sobre ella y la abrazó por la cintura con una risita.
Tom rió atronadoramente desde la otra punta del jardín, mientras terminaba de colocar los arcos con globos rosa, celeste, lila y morado. Los ojos vivarachos de su hija lo encontraron a la distancia y le lanzó un guiño torpe con sus ojitos celeste.
—Pequeña mentirosa — le dijo Nate sonriendo, picándole la nariz con suavidad y dejando la caja vacía pintada de púrpura, en el suelo —. ¿Por qué hiciste eso? Casi me da un infarto del susto — recriminó, cruzándose de brazos fingidamente molesta.
Marinette le miró sin apagar su sonrisa pícara.
—Quería ver qué tan rápido corrías a salvarme — explicó soltándola. Quedando de pie frente a ella con ambas manos detrás de su espalda —. Te demoraste menos que papá cuando le dije que me estaba ahogando en la bañera el otro día — se encogió de hombros restándole importancia.
Nathalie abrió los ojos desmesurados, entre el pasmo y la entretención. Alzó la mirada para buscar la de su cuñado y este se rió más fuerte.
—Bueno, fue menos cruel que la broma que le hizo a su madre — explicó Tom, dejando una hilera de globos, atados al respaldo de una silla.
—¿Pero qué le pasa a tu hija? — dijo alucinada, volviendo al rostro pilluelo de su sobrina.
—Según ella, busca un súper héroe con súper velocidad — expuso con ligereza, acomodando ahora un par de mesas —. Según yo, busca ser comediante. Según Sabine, está buscando un súper castigo.
—Mamá se enojó porque no la elegí para ser superhéroe con super velocidad — volvió a restarle importancia, encogiéndose de hombros y arrugando un poquito sus labios—. Pero no me importa si me castiga, porque papá de todos modos juega conmigo.
Nathalie contuvo la risa e intentó mantener la seriedad.
—¿Sabes que a los niños que mienten les crece la nariz?
Marinette sacudió la cabeza y las coletitas de su cabello negro, a ambos lados, se sacudieron.
—Pues sí — asintió Nathalie, acunclillándose para estar a la altura de la niña. Le tocó la punta de la nariz con dos suaves golpecitos y prosiguió —. Y no solo eso, también le salen grandes orejas de burro y enormes colas de cerdito.
Los ojos de Marinette se ensancharon, atemorizados, al escuchar a su tía.
—Eso no es cierto — murmuró en un hilillo de voz.
—¿Segura, pequeño monstruo? — inquirió, desafiándola.
Marinette tragó con fuerza, su pequeño cuello subió y bajo y luego se puso a negar con rapidez. Nathalie reprimió la sonrisa al verla atemorizada y se aprovechó de su infantil inocencia para darle una lección.
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...