Dos horas y media más tarde, Nathalie estaba sentada en la alfombra de pelo corto, en la esquina de cuentos del cuarto de Adrien, mientras jugaba con él con dinosaurios de plástico. Las clases del niño habían acabado temprano y, tras ayudarle a reforzar algunos temas básicos de historia, el pequeño había propuesto jugar. Nathalie, por supuesto, no se negó y, allí estaban, en una pelea épica entre un pequeño séquito de velociraptor contra un enorme (en la mente del niño, claro), Tiranosauro Rex.
Nathalie, que intentaba defenderse de los seis pequeños y veloces dinosaurios que atacaban el suyo, imitaba sonidos graciosos mientras movía el juguete. Claro estaba, Adrien relataba el juego en voz animada e imitando onomatopeyas bastante graciosas y, llegado el momento, él mismo se declaró victorioso y Nathalie fingió que su dinosaurio había sido derrotado. En venganza de la muerte de su Tiranosaurio, ella alcanzó a Adrien y comenzó a hacerle cosquillas relatando una pelea épica como él había hecho hacía tan poco. Y, como consecuencia de aquello, incluso Adrien quiso atacar con cosquillas. Terminaron minutos después de espaldas sobre la alfombra, riéndose y respirando con dificultad tras declarar un empate y suplicar un descanso. Pero el silencio no duró demasiado, pues el pequeño comenzó a hacerle preguntas del mundo y del universo en general. Para algunas no tenía respuestas y para otras sí, pero aquello no bastó para saciar su vasta curiosidad.
—¿Y por qué cuando se pone el cielo gris ya no es azul?
—Por las nubes, claro está — sonrió mirando el techo, mientras acariciaba la mano de Adrien que tenía unida a la suya.
—¿Y de donde salen las nubes?
Nathalie suspiró con una sonrisa. Ladeó el rostro y le dio un vistazo, él seguía mirando el techo.
—Para partir, debes saber que las nubes pueden estar formadas de gotitas de agua, copos de nieve o cristales de hielo.
—¿De hielo también?
—Sí, también de hielo.
—Uau... que genial — él le sonrió y alzó nuevamente los ojos al techo.
Nathalie siguió explicando, mientras gesticulaba con la mano libre.
—Cuando el sol calienta la superficie de la tierra, hace que el agua se evapore y ese aire caliente sube y sube, hasta llegar a la atmósfera. Este se enfría, condensándose en diminutas pequeñas de agua que van formando las nubes.
—Espera un momento — dijo Adrien de repente, con un pequeño jadeo.
Sintió un tirón en su mano, cuando él la soltó.
Adrien cambió de posición en la alfombra, quedando boca abajo, pero manteniendo su peso en los codos para mirarla a los ojos.
Ella ladeó la cabeza para observarlo mejor.
—¿Si las nubes se roban el agua, nos vamos a quedar sin agua? — preguntó preocupado.
Nathalie negó y dejó escapar una risita, alargó la mano para acariciarle el rostro.
—No, cariño. No nos vamos a quedar sin agua. Aunque sí debemos cuidarla. Pero de todos modos las nubes piden el agua prestada
—¿Segura? — insistió con la frente arrugada.
—Muy segura.
—¿Pero y sí...?
Unos golpes suaves en la puerta, los distrajeron y detuvieron sus palabras.
Rose entró a la habitación y les sonrió a ambos.
—Hola, ¿están ocupados?
Adrien se sentó enseguida y dijo:
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...