Nathalie siguió a Adrien a través de los pasillos repletos de personas.
Luchó por alcanzarlo, mientras gritaba su nombre, pero con la velocidad de un parpadeo el pequeño desapareció entre la multitud que atestaban el lugar.
El pánico invadió sus entrañas, mientras no paraba de vociferar con desesperada urgencia el nombre del niño. Su familia también le ayudaba e incluso Gabriel estaba a punto de perder los estribos mientras buscaba a su hijo.
Sin embargo, tras veinte minutos, seguía sin aparecer y las garras de su peor tormento no tardaron en comenzar a despedazarla.
—¿Dónde está? ¿Dónde demonios se metió? — pronunció con angustia, tocándose la sien y mirando a todos lados.
—Lo hallaremos. Tranquila, Nate. No tiene que haber ido muy lejos — Sabine se mantuvo al lado de su hermana y le tomó de la mano, dándole un afectuoso apretón —. Tom ya fue a hablar con los guardias de seguridad y Gabriel también está buscándolo. Tranquila, Nathalie.
—Fue mi culpa... — musitó con voz desgarrada, con las lágrimas picando en sus ojos —. No debió ser así. Él me odia... Me detesta. Él no está. Se ha ido. Le harán daño. No pueden hacerle daño. No pueden... ¿Dónde estás? ¿Adrien, dónde estás?
Su voz se fue haciendo cada vez más desalentada y baja y Sabine vio claramente como su hermana estaba perdiendo el camino. Como se estaba hundiendo en la desesperación, paseando la mirada alterada sobre la multitud.
—¡Nathalie, mírame! — la tomó por los brazos y la agitó brevemente, hasta que los ojos de su hermana la enfocaron —. Él aparecerá — afirmó —. Estará bien. Pero para volver a verlo, tienes que mantener la calma. Va a estar bien, Nathalie, todo va a estar bien.
Nathalie vio, a través de la difusa cortina de lágrimas, el rostro decidido y serio de su hermana. Parpadeó y, a medio sollozo, apretó los ojos con fuerza para mantener el control. Sabine tenía razón, no podía caer en la desesperación. Debía contenerse y enfocar toda su energía en encontrarlo... incluso si aquellas pesadillas se sentían tan presentes en ese momento, debía mantenerse serena. Con la mente fría. Obviar el dolor y solo concentrarse en el objetivo.
Tom llegó dos segundos después, jadeando y con una película de sudor brillando en su rostro.
—El equipo de seguridad me ha entregado estos mapas para que podamos guiarnos con más claridad y así dividir el trabajo. Ellos mismos han señalado las áreas donde estarán buscando y me han dado estos Walkie Talkies, para estar en contacto — le entregó uno a su esposa y otro a su cuñada —. Han comenzado a revisar las cámaras de seguridad y han cerrado el perímetro — esta vez miró directamente a su cuñada —. Están buscándolo, Nate. Lo hallarán.
—Lo encontrarán... — musitó, asintiendo débilmente.
—¿Adrien estará bien? — la vocecilla de Marinette le hizo bajar la mirada.
Su sobrina tenía el rostro pálido y sus ojos mostraban temor.
—Claro que sí, cielo — respondió Tom, acunclillándose para abrazar a su hija —. Él estará bien.
Nathalie vio la escena pero se sintió ajena. Algo entumecida, pero también tremendamente nerviosa. Una mezcla de miedo y ansiedad que la carcomía desde el interior.
Dio un paso atrás y exhaló el preciado aire que sus pulmones le pedían a gritos.
Esa misma escena se sentía muy conocida. Casi aterradoramente similar. Con la diferencia que no estaba sola. Nathalie no se encontraba sola en ese lugar, tenía a su familia ayudándole... y el lugar no era oscuro y lúgubre. El aire no estaba impregnado con ese nauseabundo hedor putrefacto, en una mezcla de sangre, sudor, vómito y muerte. No se escuchaban gritos. No podía oír sus gritos. Ni su tormento... no estaba de rodillas implorando ni estaba viendo como su propia vida se escapaba de sus dedos.
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...