Nathalie rodeó la taza de café caliente con ambas manos, mientras observaba fijamente a la mujer frente a ella, sentada al otro lado de la mesa con un aspecto regio.
La mesera, una muchacha de sonrisa amable — pero bastante torpe —, se estaba tomando su tiempo en traer el pedido que Amelie había solicitado. Ambas se mantuvieron en completo silencio desde que Nathalie aceptó salir de su apartamento y habían bajado a una pequeña y acogedora cafetería a un par de calles de su piso. Amelie no adelantó gran cosa, aparte de comentar quién era. Pero Nathalie sabía que había más que eso, aunque todavía seguía sin averiguarlo. La joven chica volvió, con la taza de café de Amelie y, está vez, se marchó bastante más rápido.
Nathalie, que ya no aguantaba más de las ansias por saber qué se traía entre manos esa mujer, habló:
—¿Qué es lo que quiere realmente?
Amelie alzó la mirada un momento, deteniendo por unos segundos la tarea de servir azúcar a la taza, un poco asombrada, quizás, por la directa pregunta. Pero se compuso rápido y Nathalie vio el sutil cambio de luz en sus ojos. Aunque no tenía idea si eso era bueno o malo.
—Lo dejé claro, Nathalie, quiero hablar sobre mi sobrino — contestó suavemente, revolviendo el café con una cucharita antes de dejarla a un lado y poder beber un sorbo.
Nathalie arrugó la frente y se humedeció los labios.
—A lo que me refiero, señora Graham, es ¿por qué me busca a mí en lugar de ir directo con el señor Agreste? Es con él con quién debería hablar.
Amelie dejó la taza con suma calma sobre el plato. Nathalie recién acababa de conocerla, pero le irritaba de sobremanera su forma sumamente calculada y suave con la cual se movía. Era grácil, no podía negarlo, pero algo en ella le irritaba.
—¿He de ser directa? — indagó, sutilmente con la ceja perfectamente perfilada alzada.
—Se lo agradecería — contestó seriamente.
Amelie esbozó una pequeña sonrisita, antes de volver a estar en plena seriedad.
—Sé que fue despedida, señorita Sancouer. Oh, no lo niegue, por favor — agregó antes de que Nathalie abriera la boca.
—No iba a negarlo. Solo pretendía preguntar cómo lo sabe — parpadeó un par de veces, intentando amortiguar el golpe que la confundió.
—Eso no importa ahora — hizo un delicado gesto condescendiente con la mano, en un intento de quitarle importancia. A Nathalie eso le molestó, pero se mantuvo en silencio —. Lo verdaderamente fundamental es lo que estoy a punto de comentarle.
Antes de que Nathalie indagara, Amelie cogió su bolso (que se encontraba en el respaldo de la silla) y sacó un dosier color beige que dejó sobre la mesa, deslizándolo suavemente sobre la superficie de madera con los dedos en su dirección.
—¿Qué es?
Nathalie pasó la mirada de la carpeta a la mujer frente a ella, varias veces. Desconcertada y sin entender demasiado, pero precavida y desconfiada, sin querer tocar lo que le había tendido.
—Una propuesta. Quiero que trabaje para mí — sonrió Amelie.
Una sonrisa que a Nathalie le pareció demasiado fabricada, con los ojos calculadores y de ese verde oscuro atento a su reacción.
—¿Qué tiene que ver esto con Adrien? — cuestionó.
—Él es el punto crucial — afirmó Amelie de buena gana, para luego sacudir sutilmente la cabeza —. No me iré por las ramas, ni me explayaré en largas justificaciones sin sentido. Sé que ha sido despedida, sé que discutió con Gabriel, también sé que aprecia a mi sobrino y, por lo mismo, quiero ofrecerle un puesto de trabajo: Quiero que cuide de Adrien.
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Lo que él diga [Gabrinath | AU]
RomanceNo hay nada que Nathalie no pueda hacer por Adrien, incluso si tiene que casarse con su despreciable jefe para lograr salvar a ese encantador niño que le robó el corazón. Pero, ¿qué consecuencias traerá todo aquello? ¿Podrá demostrarle a Gabriel que...