Capítulo 62 {Arrullo de Estrellas}

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"Eres mi amor eterno

Mi ángel de la guarda,

Te lo digo desde al alma

Y con el corazón abierto."

-Zoé


     Los primeros rayos del sol los acariciaba al igual que la sábana tibia en la que estaban envueltos.

Carolina despegó sus párpados y se encontró con un pesado brazo atado a su cintura, una nariz hundida en su cuello y una pierna musculosa sobre la suya.

Suspiró irremediablemente enamorada.

A pesar de estar prácticamente inmovilizada pensaba que era la mejor manera de despertarse. Esa cálida sensación no la cambiaría por nada del mundo. Nunca se había sentido tan amada y protegida como en los brazos de Leo.

Se retorció sutilmente para estirarse y evitar despertarlo. Notó que sus respiraciones no eran tan profundas, un indicio de que pronto abriría los ojos en los que amaba perderse. Era un descubrimiento agradable la tonalidad de verde que tomarían, nunca sabía a dónde la transportarían. ¿A una pradera? ¿Un bosque? ¿Una laguna?

Aprovechó los minutos que le quedaban para observarlo, las pecas de su hermoso rostro estaban en calma provocándole unas inmensas ganas de contarlas. No estaba segura que algún día lo lograría, pero tenía la eternidad para intentarlo.

Una plácida sensación la recorrió al recordar que unas cuantas horas antes habían empezado a escribir un nuevo capítulo. Uno que muy probablemente tendría errores. Pero eso no la preocupaba porque cada paso que dieran irían tomados de las manos.

Era difícil de creer que se encontraban en el mismo lugar donde todo había comenzado, pero las circunstancias eran totalmente distintas. Ya no eran unos desconocidos como aquel día en el que no sabían más que sus nombres. Esta vez eran marido y mujer bajo todas las leyes.

Leo la había sorprendido al verlo tan ansioso por firmar todos los papeles. Y gritarle al mundo entero que ella le pertenecía. Ella nada más se ruborizaba y lo veía dejarse arrastrar por sus impulsos y ser espontáneo. A veces pensaba que había creado un monstruo, pero la verdad era que no quisiera que fuese de otro modo.

Cerró sus ojos y se dejó inundar por cada uno de los detalles del día anterior.

Carolina ya se había duchado, secado y untado la sarta de cremas y aceites que Leo le había obsequiado. No pudo evitar sonreír al recordar la emoción que le causó al ver la canasta de regalo al llegar a su departamento unas semanas atrás. Por supuesto, un provocativo conjunto de lencería, que dejaba poco a la imaginación, venía incluido en el paquete. Mismo que estaba estrenando.

El peluquero tenía unos cuantos minutos de haberse marchado tras pasar varias horas dedicándose a peinarla y maquillarla en la suite más elegante y bonita del Hotel Capital M, que Leo había reservado para ellos. Unas diminutas flores blancas decoraban el trenzado del peinado y unos caireles sueltos enmarcaban su rostro maquillado de modo natural.

—¿Ya lo viste? —le preguntó a Celina, que estaba sentada sobre la cama perfectamente estirada igual que su vestimenta.

Su hermana ya estaba arreglada, y la encontraba más guapa que nunca con su elegante vestido color lavanda. A pesar de estar sonriente, podía ver una nota de tristeza en sus ojos que ocultaba bajo una voluminosa capa de rímel. No sabía muy bien cuál era la causa, pero podía intuirlo. Si le preguntaba, sabría lo que probablemente le diría: «No sé de que hablas, además hoy es tú día, no el mío». O al menos una versión parecida, la conocía mejor de lo que ella creía.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora