Capítulo 22 {Yo No Soy Una De Esas}

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     La enorme puerta de vidrio estaba impecablemente limpia que daba la ilusión de ser invisible. Victor Lozano estaba parado junto a la entrada del edificio, sujetando contra su pecho el viejo termo que contenía el café cargado —como le gustaba— que le preparaba su mujer a diario. Cómo amaba a su brujita, y no había dejado de hacerlo desde que lo hechizó hacía cinco décadas.

A pesar de estar entrado en años, su vista astuta y su modo alerta seguían presentándose naturalmente. Sus instintos agudizados eran la secuela lógica de los años trabajados como jefe de seguridad del señor Arias y de su exigente y constante entrenamiento. Tras treinta y cinco años de servicio, el puesto de vigilante de una de las tantas propiedades del prominente abogado y, en ocasiones, de consultor constituía un trabajo conveniente. Los años no pasaban en balde. Aunque extrañaba la acción y el ajetreo del día a día, era el momento de retirarse y pasar el resto de sus días tranquilo.

El domingo era su día predilecto de la semana. La quietud y la dicha lo inundaban desde las primeras horas de la mañana. Todas personas que desfilaban por aquella concurrida calle parecían tener una razón para sonreír. Aquello tenía la habilidad de transformar el tedio y la soledad en alegría.

A pesar de la felicidad pasajera que le colmaba el corazón, la irritación poblaba su arrugado rostro. De nuevo estaba estacionado el mismo automóvil negro que le parecía estar esperando algo. Dos semanas eran suficientes para despertar su sospecha. El modelo y marca eran una opción lujosa e inusual para una tarea de vigilancia. Sus vidrios entintados no le permitían observar al conductor, por lo se dio a la tarea de investigar las placas para conocer el nombre de dueño. Todavía mantenía contactos en lugares estratégicos que pudieran ayudarlo. No quería informar al señor Arias sin tener un informe veraz y confiable. En este trabajo la especulación era despreciada y los hechos venerados. Pero algo por dentro le decía que estaba haciendo lo correcto al investigar.

***

     En cuanto Carolina se metió en su coche, se aferró al volante con todas sus fuerzas antes de recargar su ahí mismo su cabeza. Por su mente flotaba un caleidoscopio de pensamientos con lo ocurrido a lo largo de este inverosímil día. Sin embargo, había una pregunta que brotaba una y otra vez. ¿Qué habrá querido proponerle Daniel?, reflexionó con aprensión. Entre el delicioso tiramisú que les sirvieron y la plática amena el tema no volvió a surgir y ella no se atrevió a retomarlo.

Tras anunciar el fin de la comida, el empresario se retiró a su conferencia, no sin antes atestar su deseo de volver a verla, capturando suavemente sus labios con un beso. Este hombre se estaba tomando libertades que ella no había autorizado. Bien pudo voltear su cara y ofrecerle su mejilla a cambio. Pero la tomó desprevenida que no hubo tiempo de evitarlo ni de reprocharle. Abrió un poco su boca para comenzar a hablar, pero él la interrumpió al asegurarle que la llamaría para terminar la conversación. Se le llenó el estómago de anticipación y preocupación que trató de ocultar con una media sonrisa. Carolina no alcanzaba a definir si era un acto deliberado o un comportamiento natural en Daniel Silva. Se mordió el labio inferior mientras juntaba la fuerza para encender su coche.

Las notas rítmicas y alegres de Reality de Lost Frequencies inundaban todos los rincones de su coche y de su corazón con millones de posibilidades y bailes bajo la luna. Carolina inhaló de alivio cuando a lo lejos atisbó la esquina donde daría vuelta y encontraría la rampa del estacionamiento de su edificio. Al fin estaba en casa.

En cuanto apagó su coche una sombra se aproximó ágilmente hacia ella por la ventana, sobresaltándola. Sintió que el alma se le salió de golpe, pero de inmediato se regresó al reconocer a quien le pertenecía aquella sigilosa sombra. Era Leo de nuevo. ¿No había tenido suficiente?

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora