Capítulo 35 {Eres}

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"La misma conciencia

Viaja con mi karma

Y me voy soltando más

Para ver lo que me dicen tus besos"

-Camilo Séptimo 


     «No voy a voltear», se decía Claudia mientras se alejaba y trataba de borrar la escena de su cabeza. Un nudo se asentó en el estómago y cruzó los brazos sobre su vientre en un intento para que este se disolviera, pero no sirvió de nada. Lo que sentía iba más allá de su comprensión.

Se introdujo en su coche, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Se quedó inmóvil durante unos minutos tratando de decidir qué hacer. Él sabría qué hacer, pensó irritada consigo misma por su forma desentonada de reaccionar.

La última persona que quería ver era a la que más ganas tenía de hablarle. El juego del gato y el ratón, que ella y Álvaro habían estado jugando las últimas semanas, estaba comenzando a fastidiarla. Al principio, a Claudia le causaba satisfacción torturarlo con aires de indiferencia y pequeños desplantes, sin embargo, el karma sacó lo peor de ella y estaba más irritable que nunca. No saber lo que deseaba conseguir de aquel juego perverso la frustraba, y lo irónico era que se desquitaba con las personas que más apreciaba.

No estaba tratando de justificar su acciones, y no debió ser tan dura con Carolina. Por más que le disgustara las decisiones de su mejor amiga no debía juzgarla. Era duro de aceptar que ella tuvo razón en dejar que se calmara, Claudia era orgullosa y jamás lo admitiría en voz alta.

Mientras esperaba que la luz roja cambiara a verde enroscó uno de sus dedos en un rizo que le flotaba por la oreja, un hábito incorregible que hacía cuando estaba consternada. Si continuaba derecho llegaría a su casa, se encerraría en su recamara para evitar las burlas de sus hermanos por su apariencia desaliñada. Podía jurar que ellos eran capaces de olfatear su desgracia a kilómetros de distancia. Y si daba vuelta a la derecha llegaría a un lugar donde tenía que tragarse el orgullo y demostrar su rendición. Las opciones era reducidas. Exhaló y enseguida encendió la direccional.

—Vaya, vaya. Esto sí que es una sorpresa —dijo Álvaro con una sonrisa socarrona con relieves de triunfo al abrir la puerta—. ¿A qué debo el honor? Pensé que no viviría para ver esto.

—Si te vas a poner en plan de burla, mejor me voy.

—No te vayas, me sacó de onda tu visita y tú sabes mejor que nadie que cuando me toman desprevenido solo salen estupideces de mi boca —explicó apenado y las mejillas levemente enrojecidas—. Pasa.

Caminó desganada hacia la sala, dejó su bolso en el suelo y se desparramó en unos de los sillones. Álvaro permaneció parado frente a ella.

—¿Te puedes terminar de vestir? No puedo hablar contigo así. —El joven estaba descalzo y vestía un pantalón deportivo. Pequeñas gotas de agua le escurrían por los hombros, que solo lograban distraerla y hacerla olvidar el motivo por el cual estaba ahí.

—¿Desde cuándo eres una santurrona? —La miró con una ceja alzada al tiempo que cruzaba los brazos sobre su torso.

—Esta bien, quédate así, desnúdate si quieres, me da igual. Total, no eres nada del otro mundo.

—Cielos jirafita, ¿afilaste tus garras esta mañana? —ironizó él, y Claudia arrugó sus facciones.

Tal parecía que Claudia había amanecido con la intención de ofender a quien se le cruzara por enfrente.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora