Capítulo 38 {Mi Burbuja}

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"Yo no me iré jamás

Y mi burbuja te protegerá

de todo lo que en este mundo anda mal"

-Mariana Vega


—¡Momento, güey! Esta es mi casa, así que ponte al tiro. Tú no puedes exigir aquí nada. —Manuel extendió su brazo para impedirle la entrada cuando demandó hablar con ella—. ¿Tu mamá no te enseño modales?

El hombre ceñudo frente a él, que además lo miraba con fastidio, era el hermano de Carolina, sí, y admiraba cómo la procuraba y la protegía, pero fuera de eso, Leo no lo soportaba en lo más mínimo. Únicamente se comportaba cortés porque ella se lo pidió. De él no obtendría más que un saludo forzado.

—Los tengo, pero contigo no se me da la gana usarlos. Muévete o te voy a hacer que te arrepientas —le advirtió con ferocidad.

—No lo creo —rebatió con soberbia—. Los dos sabemos que solo necesito un golpe para tumbarte en el suelo, Archie —rió burlón y enseguida le sopló a su puño alzado dejando airar superioridad.

Se reprimió de golpearlo porque no le permitiría sacar lo peor de él. Su sentido común lo hizo darse cuenta que hacer un escándalo solo empeoraría la situación. Había algo primordial que debía resolver primero.

—Tuviste suerte esa vez —rebatió tratando de moderar su tono—. No volverás a tomarme desprevenido.

—Ya párenle los dos —los interrumpió Carolina de forma contundente para obtener la atención de ambos. Sus ojos estaban rojos y habían perdido su brillo, y Leo podía percibir que trataba de disimular su agobio al evadir su mirada—. Este no es el momento para tener que andar curando a un par de perros peleoneros e incapaces de llevar la fiesta en paz. Chino, déjalo pasar —le ordenó sin ánimo, y el joven no tuvo más remedio que bajar el brazo para dejarlo entrar.

Deseaba como nunca mofarse, pero aquello y todo lo que ocupaba su mente pasó a segundo plano al ver el estado frágil de ella. Detestaba verla así, era como si estuviera resignada a perder una batalla que no había comenzado.

—Si viniste para cerciorarte que Caro no fuera a escaparse, pierdes tu tiempo —informó Manuel, y Leo sintió como su sangre comenzaba a calentarse y esta vez no sabía si iba a poder contenerse—. Puedes ir a decirle a tu padre que haremos que se trague sus acusaciones. También puedes decirle que no nos vamos a quedar de brazos cruzados y lo demandaremos por difamación. Y hablo en plural porque ella no está sola. —Manuel la rodeó con un brazo y la acercó a él de forma protectora.

—Chino, no... no haremos tal cosa —dijo ella negando con la cabeza.

—¿Por qué no me llamaste enseguida? —le reprochó.

—Leo... yo entiendo si quieres... —Al fin Carolina lo miró a los ojos.

¿Qué estaba ella insinuando?, se preguntó Leo cuando en su mirada solo se asomaba la angustia que la invadía. Por su reacción templada se dio cuenta que había llegado con la actitud equivocada y los sentidos embotados, y aquello pareció darle una impresión opuesta a la que pretendía al llegar.

De no haberla encontrado pronto se sabía capaz de mover cielo y tierra y no descansaría hasta saber que se encontraba en un lugar seguro. Afortunadamente se le ocurrió ir primero a buscarla al departamento de su hermano.

—¿Qué es lo que intentas decirme? —Leo se acercó a Carolina y le tomó el mentón con suavidad para impedirle que bajara la mirada—. Te aviso de una vez que no puedes decidir por mí ni asumir cómo reaccionaré —dijo un tanto molesto con ella por sugerir tal cosa.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora