Capítulo 17 {Todas Las Mañanas}

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Dos semanas después

     Las notas refrescantes de Waves de Blondfire y el aroma a café recién hecho inundaban el interior del coche al mismo tiempo que ella salía. Durante dos semanas, Leo la ha estado observando desde lejos sentado cómodamente en el interior de su BMW. No se lo esperaba, pero estaba en extremo agradecido que ella caminara a su trabajo. Todas la mañanas al verla salir por la puerta, lanzándole un beso al portero mientras se alejaba, se aceleraban sus latidos e invariablemente colocaba una sonrisa en su rostro porque se imaginaba que era él quien lo recibía.

La primera vez que Leo lo hizo fue un acto premeditado. Quería satisfacer la curiosidad irreverente que Carolina incitaba en él. Ahora se había convertido en una adicción, y como un adicto consumado necesitaba su dosis si quería sobrellevar dignamente las horas. Cada día era totalmente distinto al anterior, y extrañamente lo encontraba fascinante cuando Leo era un hombre que se regía con planes y rutina. Todo en su vida estaba cuidadosamente calculado y nada en esa deslumbrante mujer parecía estar trazado. Su fascinación por ella crecía día tras día. Leo se preguntaba, por ejemplo, si era un café o un té lo que había en la taza térmica que sostenía en su mano derecha y tomaba a sorbitos para no quemarse la lengua. ¿Qué pasaba por su cabeza que la motivaba a esparcir sonrisas? ¿Qué música fluía por los audífonos encajados en su orejas? Impulsivamente tomó su celular, capturándola en el momento exacto que el viento ondeó su largo cabello y ella cerró los ojos, sonriendo para sí misma. «Es una diosa», dedujo Leo al observar la pantalla.

Esa noche, esa excepcional noche cuando ocurrió lo imposible —encontrarse de nuevo con ella— todo cambió. Más que una revelación fue confusión la que pobló su mente. Tenerla cerca lo descontrolaba, y rodearla con sus brazos mientras dormía era más de lo que Leo podía tolerar. Nunca supo de dónde sacó la fuerza necesaria para levantarse, vestirse y marcharse de su cama sin mirar atrás.

Estando en su departamento, dentro de su propia cama, Leo no pudo conciliar de nuevo el sueño a pesar de lo rendido que estaba y lo tarde que era. Se sentía incompleto. Y ni siquiera para sí mismo podía admitir que sabía el porqué. Afortunadamente Soni estaba lejos y no sería testigo de la inquietud que lo consumía. Además de dar vueltas en la cama, Carolina daba de vueltas en su cabeza. Se preguntaba una y otra vez por qué se sentía tan atraído hacia ella. La diferencia entre las mujeres con las que había salido con anterioridad y con Carolina era evidente, al menos físicamente. Tenía claro que ella ostentaba un singular control sobre él. Era muy poco lo que Leo sabía de Carolina para que se apoderara de él y de sus pensamientos de esa forma desmesurada. Lo que ella transmitía lo rendía a sus pies. Algo que no le gustaba en lo absoluto, y paradójicamente ansiaba esa oleada de posesión lo envolviera de nuevo. Alguna explicación debía de existir y no se quedaría de brazos cruzados.

El plan era sencillo. Averiguaría todo sobre Carolina. Antes de aceptar un nuevo cliente, se revisaban sus antecedentes. Se cercioraban que la empresa en cuestión fuera legítima y no una fachada de alguna actividad ilícita. Leo no veía por qué con ella debería ser distinto. Para dar un paso necesitaba primero estar seguro de estar pisando terreno firme. Por lo general se contrataba personal especializado para realizar ese tipo de trabajo, sin embargo creyó necesario hacerlo él mismo porque aborrecía la idea de que un desconocido se inmiscuyera en su vida y la siguiera como una sombra a todas partes.

Por esa razón se encontraba en el interior de su coche actuando como un espectador, creyendo que lo que estaba haciendo era normal y correcto. Entonces, ¿por qué las palabras acosador y patético rondaban su mente? ¿En qué momento dejó de ser vigía para convertirse en un depredador que asechaba a su presa? No solo la seguía al trabajo y la fotografiaba, la semana pasada Leo irrumpió el departamento de RH de la empresa de su padre. Se aseguró que las oficinas estuvieran vacías antes de entrar. No fue un acto ilegal como tal, pero tampoco creía que esa hubiera sido la intensión de Antonio Villanueva al darle una llave maestra del edificio a su hijo.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora