Capítulo 28 {Amores Que Me Duelen}

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"El corazón es memorioso

y el mío

no aprendió a olvidar"

-Nortec Collective Hiperboreal


—Espero que esto no se vuelva una costumbre, pequeña —dijo Manuel, al tiempo que se aparecía por el pasillo.

     Carolina no conjuraba la fuerza para despegarse de la puerta de la entrada. Sabía lo que le aguardaba al escuchar el tono exasperado de su hermano y observar sus brazos cruzados sobre el pecho. Él no creía ni en la sutileza ni en la hipocresía; cualidades que ella creía, algún día, harían de él un abogado excepcional.

—¿Qué cosa? ¿Que traiga hombres a la casa mientras no estás? Creo que ya estoy grandecita para tener que pedirte permiso —expresó levantando un poco la voz y reprimiendo sus ganas de ahorcarlo.

—Estoy hablando del tiradero y no de tu virtud en la recámara —le explicó sin esconder su irritación, y a Carolina se le enrojecieron las mejillas de vergüenza—. Me voy unos cuantos días y mira con lo que me encuentro. ¿No le importó a tu invitado saber que eres una desordenada? —instó con expresión ceñuda mientras levantaba el sostén de Carolina que colgaba en el sillón—. Qué pregunta tan estúpida. Por supuesto que no, de haberle importado a tu amigo, habría corrido despavorido.

De inmediato se acercó a él y le arrebató la prenda. Miró a su alrededor y, honestamente, el desastre no lucía tan desastroso como anoche. Los trastes sucios estaban en el fregadero y los pedazos de la taza que rompieron sin querer habían desaparecido del suelo. La ropa estaba doblada y colocada en uno de los sillones. Los artículos de dibujo estaban acomodados y no esparcidos sobre la mesita de centro. Era un desorden ordenado, concluyó Carolina. Sacudió su cabeza y rió por lo bajo pensando hasta dónde llegaban las manías de Leo.

—¡Siempre lo recojo antes de que llegues! Tú lo sabes. ¿Cómo iba a saber que llegarías antes si no me avisas? —dijo tratando de justificarse, y al ver que él ponía los ojos en blanco, Carolina decidió aclarar el otro asunto—: Entonces, chino, ¿tienes algún problema con lo que acaba de suceder? Prometo ser silenciosa la próxima vez —expresó sonriendo y subiendo y bajando las cejas.

Intentó alivianar la tensión entre ellos con humor, pero solo consiguió que Manuel encogiera los hombros y exhalara, como si estuviera preparándose para tener una conversación inevitable con ella. «Grandioso, este día iba de mal en peor».

—Te he protegido sobremanera desde que éramos niños, lo sé, y te advierto de una vez que nunca dejaré de hacerlo. —Manuel la miró con dulzura y en sus ojos se asomó el cariño indiscutible que había entre ellos—. Pero hay tanto de lo que no puedo protegerte, pequeña, y una de esas cosas es que te rompan el corazón. Puedo prevenirte y decirte que él no te conviene y que salir con ese hombre en particular es una mala decisión. Y seamos sinceros, si lo hiciera, más te empeñarías en salir con él porque esa es la naturaleza humana: ir tras lo que no podemos tener.

Carolina colocó el dorso de su mano en la frente de su hermano, como si quisiera tomarle la temperatura.

—No tienes fiebre para que estés delirando. ¿Estás bien? ¿No te golpeaste la cabeza? —Este no era su hermano, el suyo estaría dándole el sermón de su vida, dedujo, confundida por su actitud.

—Eres una tonta y más si me pides que sea amable con él. Porque no lo voy a hacer. Verle la cara me inspira a rompérsela.

—¿Cómo sabes que te lo iba a pedir?

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora