Capítulo 32 {Más Que Amigos}

122 17 83
                                    


"Sabiendo hasta los huesos que a ti yo pertenezco

Y que yo debo ser tu complemento"

-Matisse


     Las rubias eran su debilidad. Pero eso no justificaba que estuviera acostándose con la hermana menor de su mejor amigo a escondidas. Estaba seguro que lo mataría en el instante que se enterara, sobre todo porque ni Alix ni él deseaba más que algo casual. Era un acuerdo al que ambos habían llegado al desplomarse sobre el colchón sudados y extasiados.

La primera vez que sucedió los dos estuvieron conscientes que fue un error y se prometieron que jamás volvería a pasar. Pero en lo único que pensaba era en volver a cometer el mismo error una y otra vez. Y a ella tampoco parecía disgustarle lo que hacían por las noches cuando iba a buscarlo a su departamento con cualquier clase de pretexto.

Aquel acto le cayó de forma sorpresiva, Alix siempre lo había detestado, a él y a su sentido del humor sin filtro. Y en cada oportunidad, sin falta, se lo hacía saber. Lo divertía hacerla enojar y entre más le reclamaba, Óscar redoblaba sus esfuerzos para verla colorada y furiosa. Por eso jamás se imaginó encontrarla en su puerta exigiendo conocer todo lo que él sabía acerca de la mujer que había logrado capturar la atención de su hermano. Al marcharse no solo se había salido con la suya, también había logrado captar la atención de él dejándose seducir.

 No supo cómo lo había conseguido, para él, ella era intocable. No tenía intención alguna de revivir el acontecimiento entre Leonardo y Daniel, una llaga que no terminaba de cicatrizar, y, sin duda alguna, antepondría su amistad sobre todas las cosas.

Tenía claro que tenía que confesarse. ¿Cuándo? No lo había decidido aún. Solo sabía que debía ponerle fin a esta locura lo más pronto posible. Esta noche podría ser una posibilidad.

—¡Sé que fuiste tú! —Leo entró a trompicones y furioso a su oficina—. ¿Qué tan difícil es mantener el pico cerrado? Eres peor que una señora de lavadero.

Óscar tenía los pies sobre el escritorio y por poco se cae de la silla cuando escuchó los reclamos de su socio.

—He lavado infinidad de cosas. Tendrás que ser más específico —se burló.

—Alejandra, me refiero a mi hermana. Sé que fuiste tú quien le dijo tooodo sobre Carolina. Solo te faltó decirle que ella duerme con los calcetines puestos.

En la primera oportunidad que tuviera, felicitaría a esta mujer. Se merecía su completa admiración por tenerlo agarrado por los huevos. Algo que le hacía falta Leo, nunca antes lo había visto tan contento y relajado. Estaba feliz por él y por lo tanto haría lo que fuese necesario para mantenerlo así. Por lo que  reconsideró contarle lo que había entre Alix y él.

—No me dijiste que esa información no podía ser del dominio público.

—Anda, hazte el pendejo.

—Perdóname, bro. No sé en qué estaba pensando.

—No sé de cuales mañas se habrá valido mi hermana para sacártelo. Aléjate de ella, no sabes de lo que es capaz cuando se empecina con algo.

No necesitaba advertírselo, Óscar sabía perfectamente a qué se refería. Sobre todo cuando la tenía a horcajadas sobre él deslizándose dentro de ella. Sacudió su cabeza en un intento por mandar ese pensamiento a un rincón. No podría verlo a los ojos mientras Alix ocupara su mente en posiciones indecentes.

—Respóndeme algo. ¿Por qué tratas de mantener oculta la relación? Eres libre y tampoco me parece que te avergüences de salir con ella. Esa mujer suelta suspiros por donde camina.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora