El aire de la noche era frío, y nuestra casa estaba lejos del local en el que habíamos celebrado el cumpleaños. Ken y yo íbamos solos por las calles vacías. Manteníamos una conversación entretenida pero me resultaba algo forzada por su parte.
- No puedo dejar de pensar en Armin y su baile del robot.
- Yo igual, ha sido demasiado. No esperaba verlo nunca bailando. – agregué riéndome. – Y luego Alexy con sus movimientos de cadera.
- Son gemelos, es indiscutible, a cual más raro.
- Nunca he sabido responder a eso, sabias que, cuando llegué por primera vez al instituto…
- Mi padre vuelve en unos días. – me cortó de pronto, con la vista clavada en el asfalto y arrastrando sus pies.
- ¿Eso es bueno, o…. – no supe acabar, su rostro era de completa tristeza y sentí como mi corazón se resentía.
Hacia algo más de dos años tuvimos una conversación parecida. Fue cuando me dijo que se iba a la academia militar.
- ¿Cuándo viene exactamente? – pregunté con voz temblorosa.
- El jueves. – dice seco. – Quiere que me inscriba en el ejército al acabar el curso.
Me quedé helada, mis pies se detuvieron y observé su espalda, él seguía caminando sin detenerse. Como aquella vez cuando me despedí de él. Yo me quedé atrás observándolo marchar. Pero él no se giró, sabía que si lo hacía estallaría en un llanto descontrolado y tenía que mantenerse fuerte, siempre fuerte frente a su padre.
- Dice que así podré seguir el oficio de la familia. - se paró aún de espaldas a mí. - Desde su abuelo que son militares. Hay sargentos, mariscales, capitanes, oficiales… creo que no hay ni un sólo cargo que en mi familia no hayan explorado. Por eso quiere que siga la línea familiar, eso le daría honra a nuestro apellido y a nuestros antepasados.
- …
- Mi madre no sabe nada aún, lo discutimos en casa la última vez que vino, ella no puede soportar vernos discutir. No se lo tomará nada bien cuando se entere. No puedo dejarla sola otra vez… estuvo dos años sola, sin marido y sin hijo. Era otra persona distinta cuando regresé, reservada, callada y con ojos tristes, tenía miedo a que me volviera a ir. Me costó muchísimo que rompiera con ese muro de preocupaciones y amarguras y volviera a ser mi risueña madre.
Apretó los puños con fuerza, respiro profundamente, como si se intentara tranquilizar y no estallar en la inmensa rabia que sentía.
- No puedo abandonarla otra vez, no me lo perdonaría a mí mismo. Odio a mi padre por no preocuparse por lo que deja atrás cada vez que se va. ¿Sabes lo difícil que es? Vivir sabiendo que un día puede llegarte un comunicado diciendo que tu padre a perecido en combate. Como para encima añadirle que tu hijo es igual… - destensó sus puños, algo más relajado. – No quiero ir a ese sitio, lo detesto con todas mis fuerzas, lo odie durante los dos infernales años que viví allí. El entrenamiento constante, las palizas en los campos de simulacro, las frías y duras literas. ¡Todo era una completa mierda!
Había estallado, estaba reviviendo en su cabeza esos años que estuvo apartado. Todo lo que decía eran mentiras, mentiras que probablemente decía en voz alta para creérselas él mismo más que los demás. Mentiras que lo carcomían por dentro, como un gusano se come a la manzana.
Ahora entendía muchas de las cosas, esos dos años que Ken pasó allí, el pequeño muchacho dulce y bueno tuvo que cambiar para sobrevivir en el campo de batalla. Para ello adopto otra personalidad, una más arisca y fría, despojada de sentimientos para no sufrir. Y todo eso lo hizo solo.
Avancé los diez pasos que nos separaban, no me atreví a tocarlo y mi mano se quedó temblorosa en el aire, cerca de la altura de su hombro.
- En realidad no es tan malo, quiere a mi madre con locura, lo veo en sus ojos. Y cuando era pequeño siempre me venía a contar historias de sus batallas como yo le pedía. – soltó una risa amarga. – Pero yo no soy como él, no soy fuerte, ni valiente, ni tengo el más mínimo interés de hacer lo que él me diga. Tengo demasiado que perder si me voy…
Se giró y clavó sus esmeraldas brillantes en mí. Su mirada me atravesó causándome un profundo dolor que solo esos ojos eran capaces de hacerme.
- Si me voy podría perderte para siempre… y eso me mataría.
Mi voz estaba quebrada, mis ojos miraban incrédulos y asustados por igual, mi mano seguía temblando en el aire hasta que él la agarró entrelazando nuestros dedos. Me sonrió, y ese simple movimiento de las comisuras pareció hacerle sentir alivio.
- Nunca me he odiado más que el día que nos despedimos, tú llevabas tu melena recogida en dos trenzas y no parabas de llorar. Quise abrazarte y decirte que no estuvieras mal, que volvería y cumpliríamos la promesa que nos hicimos. Que esto solo era algo pasajero y pasaría volando. Quise decir muchas cosas, pero no dije nada. Nada.
Su cálida mano no lograba llegar al resto de mi frío y tembloroso cuerpo que se agitaba como una hoja a punto de caer al suelo.
- Será mejor que lo cojas, serán tus padres preocupados. – comentó él desprendiendo el abrazo de nuestros dedos.
Sentí el vacío en mi mano y entonces oí el timbre del móvil que antes no había logrado oír. Lo saqué del bolso, y efectivamente, era mi madre.
- ¿Dónde estáis? – preguntó algo histérica.
- Emm… - miré a mí alrededor pérdida. – A dos bloques.
- ¡Pues daros prisa! ¡Mañana es un día laboral y hay que madrugar!
- Ya vamos. – digo colgando.
- Acabaremos esta charla mañana.
Sentenció el final de la charla, sin poder replicar algo yo, pese a las múltiples preguntas y dudas que me estaban surgiendo. Dudas, como si realmente él se iba a quedar. Dudas que no me respondería, no al menos tan temprano como él me hizo entender. Dudas que me harían estallar los nervios en mi interior deseosas de sus respectivas respuestas.
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La sombra de Ken [CdM FAnfic]
Fiksi PenggemarAkane está a punto de cumplir los dieciocho años y su único deseo es que el Ken de él que ella se enamoro vuelva de detrás de la fachada de chico duro que ha adoptado como Kentin. Pero la semana de antes las cosas se empiezan a torcer de manera ine...