Capítulo 40. ¡Qué pesadilla de chiquillo!

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Igual que a Amanda, a nosotros también nos llegó el primer día de clase al final del verano. Aunque ahora, el curso iba a ser un poco diferente, os explico:

El curso pasado, Amanda, Bruno y yo íbamos al mismo instituto, pues el de nuestra ciudad no era como los institutos normales, el nuestro estaba dividido en dos, uno a un lado de la ciudad en el que se daba la ESO y otro en el centro en el que se daba bachillerato y los tres primeros años de formación de algunas carreras. Yo ahora estaba en 2° de bachillerato y por lo visto, Bruno en su 3er y último año de carrera universitaria, de Empresariales y Comercio. Repito, este curso iba a ser diferente, puesto que, el año pasado yo iba por mi cuenta y Bruno y mi hermana por la suya, pero ahora sería diferente, ya no iba a estar solo, por lo que estaba un poco feliz. Aunque igual no quería volver a clase, lo único que esperaba era que no me tocaran los mismos compañeros del año pasado.

A pesar de ser ya mayorcitos, seguían exigiendo el uniforme, por lo que me ví forzado a ir a casa de mi madre a buscarlo. (Además, aproveché para coger el resto de mis cosas, pues parecía que lo de vivir con Bruno iba para largo.) Está bien, ahora que estáis más o menos situados, comencemos;

Estaba yo durmiendo a pierna suelta, cuando sentí un gran peso sobre todo mi cuerpo, lo que me sacó de mi placentero sueño. Abrí los ojos y ví a Bruno tirado encima de mí, boca arriba, parecía una foca.

-¿Qué haces? -pregunté medio dormido.-

-Al fin te despiertas. Pensé que estabas inconsciente.

-Aja... -dije sin hacerle mucho caso.-

-Llevo llamándote 15 minutos y no te despertabas.

-Que sí, que sí...

-Hoy tenemos clase, vas a llegar tarde.

Se quitó de encima de mí y yo me dí la vuelta y seguí durmiendo.

-¡Eric!. -me zarandeó.- Levántate, que se te hace tarde.

-5 minutos más. -supliqué con los ojos cerrados.-

-Vale, pero en 5 minutos vuelvo y te quiero despierto. -accedió saliendo de la habitación.-

Yo cerré los ojos y me volví a dormir. Minutos después, volví a sentir un peso que me impedía respirar. Esta vez, permanecí con los ojos cerrados.

-¿Pero otra vez? ¿Es que tienes complejo de morsa o qué? -me quejé adormilado.-

-Levántate, pasaron diez minutos. -respondió mirando al techo.-

-Vete a molestar a otro.

-No hay otro.

-Bueno, pues déjame otros cinco minutos.

-¡Qué no! Tienes que levantarte.

-No tengo fuerza. -dije dejándome dormir de nuevo.-

Bruno suspiró, se levantó de un salto y me cogió en peso. Me llevó al salón y me sentó en el sofá. Se alejó para traerme el desayuno y cuando volvió, yo estaba durmiendo de nuevo. Suspiró mosqueado, me sentó y prácticamente me dió de comer.

-Hazme el favor de abrir los ojos ya.

-Déjame dormir, pesado. -repliqué bostezando.-

Bruno me arrastró hasta el baño. Allí agarró mi cepillo de dientes, le echó el dentífrico y lo acercó a mi boca.

-Abre la boca. 

Yo obedecí somnoliento. Él agarró mi cara con una mano, a la que yo me sostuve, introdujo el cepillo y comenzó a lavarme los dientes.

¡No te dejes llevar!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora