Capítulo 50. Hablo de Nuria.

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Eran las 10 y media de la noche y recién nos habíamos hecho a la carretera. Acabábamos de salir de la casa con piscina que se habían alquilado Dani y Diego para el verano. Estábamos allí desde que vinieron al buscarnos al las 11 a.m.
Desde el asiento del copiloto contemplaba como a Bruno se le entrecerraban los ojos al volante, algo que me inquietaba.

-¿Seguro que no quieres que conduzca yo? -insistí.-

-Seguro. Estoy bien. -aseguró.-

-Pero si te estás cayendo de sueño.

-No es cierto.

-Sí lo es.

De pronto Bruno paró el coche frente un supermercado 24h que había por allí.

-¿Por qué te detienes? -pregunté.-

-Voy a por un café, ¿quieres algo?

-Una Cola-cola estaría bien.

-Marchando.

Bruno bajó del coche y entró en el supermercado. Una vez dentro examinó la nevera que se hayaba al fondo del local, cogió el café y la botella y se puso en la cola, donde no habían más de tres personas. De pronto Bruno oyó una voz que le era un poco familiar. Desgraciadamente no lograba ver de donde venía, pero tampoco adivinaba a quién le pertenecía. Según pasaban los minutos la cola fue avanzado hasta desaparecer con el último cliente. Una vez Bruno vio al dependiente, en seguida todo encajó. El joven trabajador tenía una cicatriz en una ceja, la nariz ligeramente torcida y varios arañazos, y en su labio inferior, donde antes había un piercing, ahora había una herida bien curada.

-Buenas noches... Adrián. -dijo Bruno con una medio sonrisa avanzando hacia la caja.-

-Br-Bru-Bruno... -masculló el joven aterrorizado.- ¿Có-cómo estás?

-Muy bien, gracias. -respondió sonriente.- ¿Y tú?

-B-bien.

-¡Vaya, como tienes la cara! ¿Eso te lo he hecho yo? Al final me voy a sentir mal y todo... Bueno, con la labia que tienes, seguro que seguirás ligando igual o incluso más que antes, ¿verdad? -dijo amistoso poniendo las cosas sobre la vitrina.-

-S-sí. -respondió éste pasándolas por la caja registradora.- Serán 2,10€, por favor.

-Claro. -contestó dándole 3€.- Quédate el cambio.

-Gracias... E-esto, Bruno...¿ya... no estás enfadado?

-No, pero eso no significa que te haya perdonado, y probablemente no lo haré. Es que, por desgracia para ti, fuiste a por la única persona que me importa en esta vida, ¿sabes?
Pero tranquilo, tú y yo no volveremos a tener problemas -aseguró Bruno metiendo la compra en la bolsa.- siempre y cuando no te acerques a lo que es mío. ¿Entendido?

-¡S-s-sí! -exclamó.-

-Y si por casualidad se te olvida esta conversación... mírate al espejo y recuerda por qué estás así.

Con la misma Bruno se dio la vuelta y caminó hasta la puerta.

-Adiós, Adrián. Cuídate.

-Gr-gracias.

Y tras despedirse, salió del local, para no volver jamás. Rápidamente subió al coche y lo primero que hizo al verme fue besarme.

-¿Qué te pasa a ti ahora? -pregunté ruborizado cuando se alejó.-

-Nada, que te quiero. -respondió abriendo su café helado y dando el primer sorbo.-

-¿Seguro? Estás raro.

¡No te dejes llevar!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora