Capítulo 37. No esperes un aplauso.

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Carecía del valor necesario para entrar por esa puerta. Bruno, que iba de camino a casa, no dejaba de comerse la cabeza. Se sentía mal, más bien; culpable, angustiado, decepcionado consigo mismo. Y todo por la misma razón: Yo. Después de aquella noche, los sentimientos de Bruno hacía mí, crecieron, al igual que su miedo a chocarse con la realidad. Hasta el momento todo iba genial y va y la cago, pensó mientras caminaba con su habitual cigarrillo en la boca. Él sabía que yo viviría con él un tiempo y tenía que aprovechar ese tiempo para "conquistarme" por así decirlo, pero temía que por este grave descuido todo su plan, su esperanza, fuera a parar a la basura. Ese miedo era la principal razón por la que huyó a casa de Dani. No se sentía preparado para afrontar la situación, puesto que era imposible imaginarse mi reacción. Dejó de caminar, para apoyarse en la verja metálica que había a un lado de la acera. No se sentía preparado para mirarme a la cara y tras doblar esa esquina se encuentra nuestra casa.

¿Y si se va? ¿Y si no quiere volver a verme? ¿y si me odia? No estoy preparado para volver a estar solo... , pensó apoyado en la verja de rejilla. Le dió la última calada al cigarrillo, tragó saliva, se tomó un instante para reunir un poquito de valentía y sin pensarlo más, dobló la esquina y llegó a la meta. Metió la llave en la cerradura y abrió lentamente la puerta, dejando atrás su última posibilidad de huir. Entró y se aventuró a cruzar el pasillo. Yo justo estaba saliendo de darme una ducha caliente y di un pequeño salto al verlo, pues me asustó. Nos miramos, yo enfadado y él... no sé cómo estaba él. Supongo que sorprendido porque seguro que me esperaba durmiendo, o avergonzado pues estaba (casi) desnudo delante de él. Llevaba una toalla en la cadera y otra en el cuello.

-H-hola -dijo avergonzado y sorprendido.-

Yo lo miré con cara de pocos amigos, mientras secaba mi pelo con la toalla de la cabeza.

-Llegas tarde.

Respondí lo más borde que pude. Ante esto, Bruno agachó la cabeza y se disculpó.

-Lo siento.

-Vale -respondí con indiferencia.-

(Aunque estaba claro que NO sentía inferencia hacia este tema, lo del mensajito de Dani me tocó las pelotas.)

-¿Vale? ¿Nada más? -replicó.-

-No esperes un aplauso.

-¿Y no tienes nada que decirme?

-Sí.

Puso cara de "pues dímelo" pero pasé de largo. Entré en la habitación para ponerme algo de ropa y él me siguió. Abrí su armario, que ahora era de dominio público, pues también contenía mi ropa, y saqué la sudadera gris que suelo usar de pijama y un pantalón corto negro. (Además de unos calzoncillos.)

-¿Me dejas un poco de intimidad? -repliqué.-

-¿Para qué? Si ya he visto todo lo que tenía que ver. -respondió espontáneamente y sin pensar, al segundo se tapó la boca a modo de "no tenía que haber dicho eso".-

Mierda, la estoy cagando, pensó. Yo lo miré con odio, me acerqué mucho a él y lo encaré.

-Pues espero que recuerdes esa imagen, porque no la volverás a ver.

-¿Era eso lo que me querías decir? -intervino tratando de cambiar de tema.-

Negué con la cabeza, alejándome. Me quedé cabizbajo.

-Eres un estúpido que sólo piensa en sí mismo. Haces lo que te da la gana sin considerar lo que piensan los demás. -hice una pausa.- Me despierto por la mañana solo y dolorido, te llamo y me ignoras. Me pasó algo muy importante, que quería contarte. Por tu culpa, un día que tenía que haber sido perfecto terminó conmigo aquí, solo otra vez. Y si no llega a ser por Dani, no hubiera sabido donde estabas. Era eso lo que te quería decir.

¡No te dejes llevar!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora