Capítulo 46. Licht.S.L.

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-¡Eric despierta, rápido! -gritó Bruno zarandeándome.-

Yo abrí los ojos medio encandilado y lo miré de mala manera.

-Bruno, ¿qué haces con tu vida?

Yo no había vuelto a madrugar desde que acabaron las clases y no pensaba volver a hacerlo.

-¡Venga, levanta! -insistió.-

-¡Que te den, pesado! -gruñí dándome la vuelta.-

-¿Entonces, no te vas a levantar? -preguntó poniéndose de pie junto a la cama.-

-¿Me ves cara de querer hacerlo?

-Bueno, qué remedio, entonces tendré que darle a Dani el regalo que iba a darte tí. -dijo fingiendo estar apenado.-

-¿Regalo? -curioseé abriendo los ojos y girándome.-

-¿Ahora si me escuchas? -ironizó.-

Yo lo miré amenazante y él sonrió.

-Levántate y vístete. Te espero en el coche.

-¿En el coche? ¿y el desayuno? -pregunté sentándome en la cama.-

-Ya desayunaremos por el camino.

Y con esas últimas palabras, salió de la habitación. Me levanté perezosamente, como si acabara de resucitar y me vestí muuuuuuuy despacio. Me puse los zapatos, me cepillé los dientes y bajé al garaje. Me subí al coche con Bruno y nos hicimos a la carretera. De camino paramos en un Burger King, compramos un par de hamburguesas, nos las comimos y volvimos al coche. Pocos minutos después, paramos, pero no bajamos del coche. Estábamos en unos aparcamientos que me eran familiares. Antes de poder mirar por la ventanilla, Bruno me extendió un papel que captó mi atención.

-¿Qué es esto? -pregunté.-

-Tu regalo. -respondió feliz.-

-¿Me regalas unos papeles? Vaya, gracias.

-Calla y firma.

-¿Así sin más?

-Tú hazlo.

Cogí los papeles y firmé sin leer nada. (Este es el perfecto ejemplo de lo que hay que hacer cuando un pervertido te ofrece un contrato en unos aparcamientos d=(n_n).) En cuanto alejé el bolígrafo de la hoja, Bruno me los quitó.

-Felicidades, ya es oficialmente tuya. -dijo feliz.-

-¿El qué? -pregunté preocupado.-

-Eso. -respondió sonriente señalando a través de la ventallina.-

Yo pegué la cara al cristal y miré a través.

-E-esa es mi...

-Tu fábrica.

Ahí estaba, mi querida fábrica, vieja y roída por el paso del tiempo, pero tan bella y alta que parecía tocar el cielo.

-¡¿Has comprado una fábrica?! -pregunté anonadado.-

-Corrección. Te he comprado una fábrica.

-Oh dios mío... pero, ¿por qué?

-Por graduarte.

-¿Qué? ¿Sólo por eso?, pero, si tu también te graduaste, ¿eso significa que tengo que hacerte un regalo?

-No, idiota. Mi regalo es verte sonreír.

-Joder, si lo dices así no puedo reprocharte nada.

-Pues no reproches. Venga, vamos a entrar para hablar los planes de la reconstrucción.

¡No te dejes llevar!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora