3. Afinidad.

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La fecha esperada para la ceremonia anual de Químicos Zeicon estaba encima. Mattew a tope con su trabajo había olvidado algo sumamente importante y es que Marissa regresaba de Londres.

— Señor. La señorita Marissa está aquí para verle— Anunció una voz femenina por el intercomunicador haciendo que Matt se levantará de golpe.

¡Maldición! Lo olvide por completo.

— Hazla seguir por favor.

La joven pelirroja entro a la oficina arrastrando consigo su equipaje, cosa que hizo sentir más culpable a su padre delante de ella.

—Cariño— La baja resonancia en la voz del mayor denotaba la vergüenza que sentía por ser un mal padre.

— Esta bien papá— Expulsando el aire de los pulmones con pesar, Marissa se acercó hasta ser envuelta en los brazos de Mattew. Ciertamente ser plantada en el aeropuerto no la sorprendió tanto, sin embargo logró hacerla entristecer en silencio—  lo importante que es que ya estoy aquí.

— Aún así, yo... En verdad lo siento.

— Bien.

Inevitablemente la incomodidad era palpable. Marissa ama a su padre, no obstante suele preguntarse muy seguido si el afecto es recíproco.

— Vamos a casa, tengo preparada tu habitación.

— ¡No! Quiero decir... Creo que llegó el momento de vivir sola. Soy consciente que eres un hombre divorciado y con propia privacidad, no quiero interferir en eso.

— Eres mi hija Marissa, siempre estarás antes que todo.

¿Tanto que olvidaste que vendría?

La joven no tenía valor para decir lo que pensaba en realidad, pero ya tomó una decisión que ni su padre puede revocar.

— Papá. Hace unos días contacte una casera, hice un trato con ella y pagué por adelantado uno de sus cuartos amueblados.

Mattew terminó por darse por vencido preguntándose cuándo es que su pequeña creció tanto que ni siquiera lo había notado.

— Veo que tienes todo planeado. Entonces por lo menos vamos a comer juntos, quiero celebrar tu regreso y de paso te llevaré a ese lugar. Quiero saber dónde puedo encontrar a mi hija.

— Eso si es una buena idea, pero yo elijo el menú.

— No me opongo a ello.

Dispuestos a salir juntos, Mattew tomó su abrigo. Avanzando a la puerta se detuvo al escuchar el teléfono, dudó un poco mirando a su adolescente hija quién sonrió más a fuerza que de ganas.

— Solo será un momento.

Dejando al mayor atender sus asuntos. Marrisa mandó un rápido texto a su futura casera y compañera de piso.

Llegué a Manhattan.
Cenaré con mi padre y estaré con usted en un par de horas ¡Gracias!
🐱 Marissa

— Cariño...

La joven guardó su teléfono girándose a su padre. Por la expresión de él intuía lo que estaba a punto de escuchar, de hacerlo solo sentiría más amargura en su alma, así que decidió hablar primero.

— Tranquilo, comprendo que estás ocupado, solo quería hacerte saber que estoy bien. Ahora me marchó, más tarde te mandaré la dirección de mi nuevo hogar— Las lágrimas amenazaban, sin dejar que estas ganaran la batalla, Marissa se despidió de su padre rápidamente con un beso en la mejilla antes de marcharse.

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— Por fin decidiste hacerlo. Me da gusto escuchar eso, así te sentirás acompañada.

Aline y Carolina tomaban el almuerzo junto a los pequeños  en un restaurante familiar, verse con frecuencia era algo habitual en ellas.

— Simplemente lo hice para que el polvo no se acumule.

— Como sea los cambios son buenos ¿A quién le rentaste?— Cuestionó Carol mientras limpiaba las sucias manos de Thomas.

— Es una universitaria, aunque a juzgar por sus mensajes creí que es más una niña.

— ¿Qué quieres decir?— Pregunto Carolina con unas sonrisa divertida.

— Firma con un gato ¿Quién hace eso?

En cuanto mencionó a su futura inquilina, el celular le anunciaba un nuevo mensaje de la aludida.

— Debo irme ya, la chica no debe demorar y soy alguien ocupada, una vez la deje instalada tengo una reunión social pendiente.

— ¿Te refieres a la fiesta del senador?

— ¿Lo escuchaste?

— No se habla de otra cosa en las noticias y también mencionan a tu padre.

El semblante pacífico del rostro de Aline se esfumó apenas su padre apareció a escena. Carol ya había notado desde hace años que su amiga no toma nada bien escuchar a su progenitor, la cosa es que nunca supo por qué y eso la angustiaba un poco.

— No sé nada acerca de sus asuntos.

— Sin embargo asistirás a una reunión política. Aline... ¿Pasa algo?

— ¡No! Me voy ya.

Cortando la charla abruptamente, sacó efectivo para pagar el almuerzo dejándolo sobre la mesa. Despidiéndose de los pequeños con un apretón de mejilla, terminó por regresar a su departamento.

Durante el camino a casa no dejaba de pensar en los próximos acontecimientos que la aguardaban. Llegando frente al edificio, visualizó una bola humana en los escalones de la entrada con cabellera rojiza. Bajó del auto acercándose hasta inclinarse ante la chica que parecía sollozar.

— ¿Estás bien?

Apenas escuchó la suave voz llamándola. Marissa se limpió las mejillas rápidamente evitando que la viese llorar, sin embargo era tarde para eso. Aline sabía lo que era desahogarse a solas y no querer demostrar sus debilidades así que fingió demencia.

—Sí. Lo siento, la contaminación... No me acostumbro a ella.

—Te entiendo, es difícil vivir en Manhattan, pronto te acostumbraras. Eres Marrisa si no me equivocó, es decir, te reconozco por la foto de contacto.

—Soy yo. Usted debe ser la Sra. Aline.

Escuchar "Sra" hizo que Aline arrugara la frente no muy contenta con el titulo.

—Dejémoslo en Aline, no soy tan vieja, apenas tengo 32 años.

Ambas rieron por el comentario.

—Te ves de menos edad y eres muy bonita.

—Okay niña aduladora, entremos para que conozcas tu nueva casa.

Incorporándose, Aline le extendió la mano a Marissa. Al final parece que la idea de compartir su espacio una vez más no fue tan malo.

Un par de días después ambas notaron que podrían llevarse muy bien, compartían gustos en varias cosas y sobre todo esa sensación de soledad desaparecía en sus charlas nocturnas.

Bajo la máscara IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora