25. Un hombre es capaz de todo.

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3 semanas después.

La mujer ante Matthew Rosell temblaba ante el mal carácter de su jefe y pese a eso anotaba lo más rápido que sus manos le permitían las indicaciones.

—¿Quiere que llame a la aerolínea para reservar su vuelo?

—Ese es tu trabajo, de no ser así no estarías parada al frente mío ¿No es así?

—Yo... Lo siento.

Matthew iba de aquí para allá al interior de la oficina, su tolerancia había disminuido y con ello su malhumor afloraba sorprendiendo a todos.

—Simplemente has bien tu trabajo, ahora fuera.

Tras la salida de la secretaria, Abraham entró escuchando un poco de la conversación.

—No deberías desquitarte ni con ella ni con nadie Matt— mencionó su amigo sentandose en uno de los sofá.

—Lo sé, lo sé. Trato de controlarme, pero es imposible. No dejo de pensar en Aline y la forma en la que se burló de mí.

—¿Sigues con eso?

—¿Qué más si no? Nada nos impedía estar juntos, le ofrecí mi apoyo, mi ayuda, mi comprensión e incluso mi corazón— Matthew estaba eufórico por lo que preparó un trago.

Abraham miró en silencio a su quizá único mejor amigo, desde que lo conoce jamás habló de amor, era más bien un bohemio que iba de un lado a otro disfrutando de la vida, las mujeres y el sexo. Saber que el odio había dado un abismal paso al amor entre Matthew y Aline lo sorprendió tanto que creyó se tratase de una burda broma, sin embargo nada más alejado a ello, ambos en verdad parecían creados a la medida.

—En verdad parece que estás a punto de perder la cabeza.

—No estás tan equivocado— tras dejar la bebida regresó a su escritorio tratando de concentrarse en el trabajo.— Mañana viajaré a Boston para reunirme con un cliente.

—Muy bien, eso ayudará a que salgas y mantengas la mente ocupada y por cierto.

Abraham se levantó acercándose a su amigo sacando de la solapa del saco un sobre que puso sobre la superficie de caoba.

—¿Qué es eso?

—Una invitación. Habrá una fiesta de máscaras en Boston, sabes a qué me refiero.

Matthew miró a su amigo con una sonrisa burlona, sin duda aquella temática traía buenos recuerdos a su amigo, sin embargo y por desgracia él no correría con la fortuna que Abraham

—Carol y yo vamos por unos tragos al bar de siempre, porqué no te nos unes.— dicho eso salió de la oficina dejando a Matthew mirando la invitación.

Durante la noche Matt volvió a su departamento encontrando un silencio sepulcral, su hija no estaba en casa ya que había salido con su novio, a Matthew no le agradaba mucho aquel joven, sin embargo permitió que Marissa hiciera su vida y aprendiera de sus propias caídas y experiencias. Dirigiéndose a su habitación se tumbó en la cama mirando al techo por un momento hasta que su visión fue a parar al tocador reviviendo el momento en el que colocó en una rubia y sedosa cabellera la hermosa peineta; recordarlo hizo que también recordase cuando la compró.

Bajo la máscara IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora