23. Estoy contigo.

504 58 7
                                    

Aline seguía en shock mientras miraba através de la ventana del auto en movimiento, saber por fin el paradero de su madre terminaba por liberar todo el peso de sus hombros, pero antes de poder ir a verla aún debía hacer una cosa.

—¿Quieres hablar preciosa?— Matthew no podía ocultar la angustia que oprimía su pecho al ver a la chica que amaba en un estado de letargo.

—Solo quiero ir a la playa.

—¿La playa?

Aline asintió y aunque sus facciones eran más relajadas que hace unos días el cansancio seguía siendo evidente. Matthew no cuestionó la petición de la rubia así que cambió de dirección para ir a Coney Island que estaba a una hora de Manhattan; al llegar ahí Aline fue la primera en bajar siendo golpeada por la brisa salada.

—Es un paisaje muy bello.

—Así es— Matthew respondió con calma acercándose a la rubia para abrazarla por el hombro.

—Sabes... Cuándo Dylan apenas había cumplido los tres años lo llevé a la playa. Nunca olvidaré ese día, estaba feliz y su curiosidad estaba al máximo.

Matthew se maldijo a  sus adentros por no haber conocido a esa Aline mucho antes, una joven madre inexperta con la sonrisa más radiante por ver a su pequeño jugar entre la arena.

—Cuando volvíamos a casa se puso a llorar por no haber podido entrar al mar— Aline comenzó a reír contenido las lágrimas— unos días antes vimos la película de la sirenita, decía que quería ser un sireno ja, ja, ja. Ojalá hubieses visto su cara cuando le dije que sería un tritón, él se aferra a a que sería un sireno.

—¿Lo llevaste de nuevo a la playa?

Ante la pregunta de Matthew, Aline negó mordiendo su labio tratando de contenerse y así poder seguir hablando.

—Roger lo arrebató de mí unas semanas después.

Escuchar eso enardeció a Matthew Rousell agradeciendo el miserable final de aquel cobarde.

Aline inahló profundamente antes de separarse de Rousell y avanzar a la orilla del mar, la urna en sus manos fue abierta por ella misma e inevitablemente los acuosos orbes verdosos comenzaron a desbordarse.

—Mami te trajo a la playa mi pequeño bebé—sollozando tomó las cenizas en su mano— ahora sí puedes ser un bello sirenito.— lentamente Aline dejó lo más puro y preciado en medio del llanto que desahogaba su alma.

A la distancia Matthew limpió las comisuras de sus ojos quería ir a su lado, pero aquel momento tan íntimo era el modo de aliviar el dolorido corazón de una madre así que mantuvo su distancia. Aline lloró hasta no tener fuerzas de continuar y una vez con el equipaje descargado se giró para volver al auto donde le esperaba un nuevo comienzo.

—¿Lista? Ven aquí— Rosell abrazó con fuerza a Aline.

—Gracias por estar a mi lado.

—Te amo.

Ahora solo faltaba dar el siguiente y último paso para dejar ir el pasado. Después unos minutos se pusieron en marcha al hospital psiquiátrico. Aline aún no podía creer que algo como un centro de salud mental estuviera en manos de Roger y con el único propósito de encerrar a su esposa. Los vienes a nombre de esa persona serían incautados, mejor dicho; todo lo que fue de su familia ahora se perdería por completo ya que Aline no reclamaría nada, de algún modo sentía que toda propiedad o dinero usado por Roger estaba sucio y maldito. Al llegar a la entrada del pequeño lugar la rubia se armó de valor para bajar del vehículo y tocar la puerta, segundos después fue atendida por una enfermera quién se sorprendió al ver a una persona diferente que no fuera el dueño.

—¿Qué desea?

—Vengo por mi madre.

La mujer de uniforme parecía querer bloquear la entrada, pero al ver que la mujer venía acompañada optó por hacerse a un lado.

—¿Dónde está?— Aline espetó con tanta seriedad que a la enfermera se me erizaron los bellos de la nuca.

—La señora Thompson está en el jardín como todos los días.

Sin más por decir Aline se abrió paso hasta llegar al jardín trasero encontrando a una mujer de cabellera rubia cenizo sentada en una silla de ruedas mirando fijamente las flores marchitas que tenía delante; titubeando se acercó hasta tocar el descansa brazo de la silla y poder inclinarse ante la mujer que le había traído al mundo.

—¿Madre? ¿Me recuerdas? Soy Aline.

Apenas escuchar el nombre la mayor pareció reaccionar entre balbuceos.

—Te llevaré conmigo ¿Está bien?

—Usted no puede llevarse a la paciente— mencionó la enfermera quién se acercó a prisa, sin embargo a medio camino fue detenida por Matthew.

—Es usted la que no hará nada, su jefe fue detenido y murió en prisión ¿Quiere ser la siguiente?

Escuchar tal noticia hizo que la mujer palideciera.

—Yo... Yo solo seguí órdenes.

—¿Qué ordenes?— Preguntó Matthew apretando el brazo de la enfermera.

—Él me dijo que debía administrar calmantes a su esposa yo solo obedecía.

Aline no apartó la mirada de su madre mientras acariciaba el arrugado rostro, parecía que había envejecido diez años más a su edad real.

—Déjala ir Rousell, estoy cansada de todo esto. Vayamos a casa con mi madre.

Apenas el brazo de la mujer fue liberado esta corrió sin pensarlo dos veces. Aline y Matthew ayudaron a la mayor a entrar al auto. En el camino se debatieron que debían hacer primero optando por llevarla donde un verdadero médico y valorarla. En el hospital estuvieron el resto del día esperando informes del estado de salud de la mujer.

—Deberías ir a casa te ves muy cansado de ir y venir.

—No pienso moverme de este lugar, yo estoy contigo.

Aline sonrió envolviendo a Rousell con sus brazos en la cintura, por fin dejaba de sentirse sola.

—¿Señorita Thompson?

—Soy yo— Aline se separó yendo con el médico que la llamaba.

—El estado de su madre es delicado, aparentemente estuvo bajo la influencia de sedantes muchos años por lo que su cuerpo más allá de la dependencia daño a la señora neuronalmente.

La madre de Aline por fin estaba a su lado, pero ahora era como si solo su cuerpo estuviera ahí y no su espíritu. Con ayuda del médico decidió internar a su madre para desintoxicar y sobre todo para tener ayuda experta.

Los días pasaban sin mejora alguna hasta que al final el agotado y dañado cuerpo de su  madre no pudo aguantar más.

En el entierro de su último familiar, Aline era acompañada por Carol y Abraham y por supuesto Matthew y Marissa.

—Cariño...— Carol consoló a su mejor amiga.

—Esta bien Carol, puede que suene fría y egoísta, pero es lo mejor.

Nadie refutó lo dicho por Aline ya que silenciosamente estaban de acuerdo.

El tiempo siguió su curso como todo en la vida y pese a perderlo todo Aline estaba liberada.

Bajo la máscara IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora