8. Viviendo con el enemigo

662 73 6
                                    

El equipaje estaba hecho.

Mattew bajó y subió un par de veces llevando el equipaje de ambas mujeres al auto. La actividad podía conciderarse como el ejercicio del día debido a que su espalda estaba sudada al grado de sentir la camisa pegarse a la piel ¿Podía culpar a alguien? Probablemente ese sea el ascensor descompuesto y claro está al sujeto que amenazaba no solo a su hija, si no también a Aline.

No era que la rubia fuera una pera en dulce y eso lo sabía, sin embargo no es capaz de dejarla a su suerte, mucho menos ahora que la conocía incluso debajo de las sábanas.

—Juro por los santos que ustedes llevan piedras en lugar de ropa— mencionó Mattew agotado mientras entraba a la habitación de Aline.

—Tú te ofreciste— respondió rápidamente la mujer con chulería.

—Pero no creí que quisieras cargar hasta con las sartenes.

—Entonces déjame aquí.

—Eso haré...

Marissa apretó los labios para contener la sonrisa que amenazaba escaparse en cualquier momento. Le era claro que aquellas personas eran adultos ante la sociedad, no obstante justo ahora podría compararlos como dos niños batallando por quién tiene la última palabra. Ver a su padre en ese estado era refrescante y divertido, aunque por supuesto aún prevalecía la duda y con ella cientos de preguntas. La pelirroja terminó por intervenir en la disputa sin sentido, lo que era una pena.

—Aline, no podemos dejarte sola y lo sabes. Ahora dime ¿Vendrás con nosotros? ¿Por mí?— Marissa batió sus pestañas en un acto dramático que sin duda daba resultado.

—¡Tsk! Solo por tí.

Una vez la tregua se pactó, Mattew tomó a Aline una vez más en brazos llevándola al auto mientras su hija se encargaba de cosas cómo: cerrar el gas y ventanas.

En marcha al departamento de Mattew, todos parecían inmersos en sus propios pensamientos. Marissa por su parte tenía congeturas respecto a su padre.

Él solo deseaba que la convivencia no fuera incómoda para nadie, a tenido sexo con inumerables mujeres, pero nunca las inmiscuia en su vida privada, en cambio ahora llevaba a una a su casa y nada menos que a vivir con él y su hija, aunque claro que suponía no volvería a intimar con Aline.

—Estamos por llegar— anunció Mattew, liberando un poco de tensión.

—Ahora que lo pienso ¿Qué recámara ocupará Aline? Debe estar cómoda para que pueda recuperarse adecuadamente.

Mattew no consideró eso, tenía solos dos recámaras ya que el resto de piezas fueron convertidas en un cuarto de tv y una sala de vinilos coleccionables.

—Puedo dormir en el sofá— respondió rápidamente Aline restando importancia al tema.

—Ni hablar, tú ocuparás mi cama es más grande.

Nadie refutó nada. Al llegar todos se instalaron y como ya había sido estipulado, Aline fue llevada a la recámara principal.

—¡Bienvenida! No será la casa más alegre pero es bonita— Marissa sonrió sentándose a lado de Aline con mucho cuidado de no lastimarla.

—Tienes toda la razón, es aburrida y lúgubre.

Ambas rieron sin piedad alguna.

—Siempre he creído que le falta un toque femenino a este departamento, tú tienes buen gusto ¿Cierto papá?— evidentemente las palabras de la chica tenían dobles intenciones.

—No lo sé, y en lugar de quejarte, ve y acomoda tu equipaje.

—Bien. Los dejo solos ya que supongo tienen cosas que hablar y yo salgo sobrando— dejando un rápido beso en la mejilla de cada uno, atravesó la puerta desapareciendo de escena.

No mucho tiempo después, los adultos se miraron con suspicacia, ahora estaban a solas y debían aclarar ciertas cosas si ambos deseaban una convivencia un poco menos incómoda.

—No pensé que volvería aquí.

—¡Oh! ¿Te refieres a este lúgubre sintió?

—¡Exacto!— Mattew respondió en un tono ligeramente burlón.

Ambos eran como un campo minado, en el cual al más mínimo movimiento la primera bomba se activaría actuando como detonante para una cadena de palabras hirientes y poco amables.

—Aline...— Mattew frotó sus sienes exasperado debido a la situación— entiende una cosa. Estás en mi casa por el bien de mi hija, aún no sé quién era ese loco y no pienso correr riegos dejándola sola. Marissa aparentemente te ha tomado aprecio, motivo de más para tenerte aquí.

—Puedo irme a un hotel tampoco es que me haga gracias estar en un lugar al cual traes a mujeres ¡Puaj! Seguro tu cama tiene restos de tus encuentros carnales.

—¡Basta!— agotando su ya escasa paciencia, Matt sujetó por los hombros a la huésped en su alcoba— Por una vez cierra la boca, deja que te ayude, voy a protegerte ¿entiendes?

Aline trató de recordar la última vez que alguien había dicho algo así o siquiera alguna palabra que se le acercara a dicho significado. Al final nadie venía a su mente, es cierto que Carolina es su mejor amiga, pero ni a ella había sido capaz de contarle su retorcido pasado. El resto del mundo normalmente la trataba de una estirada, pedante y prepotente, incluso el título de "mujerzuela" colgaba como un gran letrero en su cuello.

—Imbécil— espetó la rubia con una casi inaudible voz.

Mattew no perdió detalle de las expresiones de Aline, algo pudo concluir de todo eso y es que Aline Thompson era una mujer ahogándose en silencio.

—Un imbécil que no lo hace nada mal ¿recuerdas?

Claramente hacía referencia a la nota escrita por ella misma. Al final terminaron entrelazados con un fuerte abrazo, uno en el que Aline sentía calor, resguardo y algo más que aún no podía descifrar.

Lejos de aquella por ahora pacífica casa.

En algún otro lugar, Roger observaba a la mujer en el seco jardín, su mirada podría compararse a un océano sin vida.  A pasos firmes se acercó dando caladas al puro de entre sus dedos hasta llegar delante de la persona, se inclinó y expulso la bocanada de humo directamente en lo que una vez fue un hermoso rostro.

—Hoy la ví.

—...

—La muy perra decidió llevarme la contraria. Es como si no le importara nada más.

—... A... A...

Fastidiado, se reincorporó alejándose del deprimente escenario.

—Madre e hija, son tal para cual.

Roger se sentía tan harto de su mujer, sin embargo aún era indispensable para sus planes. Sí quería tirar de la cadena de Aline debía mantenerla viva solo un poco más al igual que el resto de sus secretos.

Bajo la máscara IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora