11. Karma.

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Mattew por fin regresaba a casa para descansar de un largo día bajo una montaña de documentos. Hoy había invitado a su amigo a tomar una copa, lo que Mattew no esperaba es que dos pares de pequeños pies correrían a su llegada.

—¡Tío! ¡Papi!— gritaron al unisono.

—Mis ángeles ¿Qué hacen aquí?— Inclinándose, Abraham tomó a sus hijos con maestría colocando uno en cada brazo.

—Estamos haciendo ropa.

Los mayores no comprendían para nada a que se referían. Carol por su parte salió de la habitación yendo dónde sus hijos.

—Cariño, estás aquí. Yo vine a ver a Aline y traje a los niños conmigo.

Matt observó el cuadro familiar con cierta melancolía. Aún cuando estuvo casado, su relación nunca fue así en ningún aspecto. No es que se arrepienta de nada, ahora tenía una vida libre de soltería, pero admitía que faltaba algo.

—Mattew yo... No sé cómo decirlo.

El hombre no entendía por qué él nerviosismo de Carolina hasta que un mal presentimiento lo albergo. Disculpándose con el matrimonio fue a su habitación en busca de cierta rubia.

—¡JODER!

Lo último que pensaría era ver la escena ante sus ojos. Lentamente entró al desastre que había por alcoba en el cual Aline estaba en el suelo recogiendo cada pedazo de tela.

— Roussel...

—¡Calla!— intentando controlar su ira cerró los ojos presionando el puente de su nariz.

—¿Es esto divertido? Aline... No tengo una cuantiosa fortuna como Abraham o como tú y cada cosa de ese armario me costó demasiado obtenerla.

Aline frunció el ceño ante la actitud de la persona frente a ella. Incorporándose con cuidado se paró frente al propietario del lugar.

—¿Me estás culpando?

—¿No eres la principal instigadora de esto?

Los rojos labios fueron apretados con fuerza, Aline sabía que era verdad lo que dice y todo era premeditado por ello la intención de traer a los pequeños, pero es que ella esperaba algún objeto de decoración roto por aquí, paredes rayadas por allá, no esto.

—¡Sí! Yo planeé esto ¿Qué piensas hacer?

Abraham y Carol se sintieron responsables en gran medida pues eran sus hijos quienes ocasionaron el disturbio. Dispuestos a disculparse fueron dónde las voces discutiendo que de un momento a otro se callaron.

—Ali...

Abraham cubrió la boca se su esposa e hizo una señal para salir de ahí. Las personas dentro de la habitación estaban tan inmersas en el beso que Mattew había propiciado que ni siquiera notaron que ahora eran los únicos en el departamento.

—¿Es así cómo piensas hacerme pagar?— cuestionó Aline sintiendo un  delgado hilo de fluido conectado a la otra boca.

—Eres una mujer desquiciante.

—Y tú un imbécil.

Ambos entraron en un estado de deseo y lujuria. Mattew conciente de la lesión de Aline la sujetó de tal modo que las blancas piernas quedaron enrolladas en su cintura.

—Tienes que pagar por cada prenda destrozada.

—Te haré un cheque.

—¿Cheque? No preciosa, prefiero esto.

Sin tregua para dejarle responder se apoderó de su boca una vez más mientras sus manos acariciaban la espalda de la chica bajo la blusa. Aline es una mujer muy receptiva, tanto así que un chillido se escapó de entre sus labios.

Bajo la máscara IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora