XXIV. Espléndidos días

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XXIV
Espléndidos días

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Sanemi suspiró, y abrió los ojos con pesadez.

La habitación estaba calurosa, señal inequívoca de que el día había comenzado hacía mucho, pero él todavía no era capaz de levantarse.

¿Cuándo había sido la última vez en que había dormido tanto? ¿El día anterior?

¿Y antes de eso? ¿Acaso el día que vino antes de aquél?

Darse cuenta de aquello le hizo volver a juntar los párpados, sin temor de que las pesadillas se hicieran dueñas de sus pensamientos, pues hacía tiempo que ya habían dejado de visitarlo, y el silencio que lo envolvía en la habitación no hacía más que brindarle paz.

Y contrario a lo que cualquiera podría creer, dado su explosivo carácter, la paz se sentía extremadamente bien.

Los días eran claros y brillantes, y las temperaturas cada vez más elevadas indicaban que la primavera comenzaba su retirada. Tal vez ése era el motivo por el cual sentía el cuerpo tan alicaído a pesar del buen sueño.

Uzui Tengen se lo encontró sentado en el corredor con una expresión muy diferente a la que había tenido aquella noche de fiesta, algunos días atrás, a pesar de estar igual de absorto y silencioso. Uzui trató de pensar en qué podía tenerlo en tal estado, meditando y viendo el vacío patio en la tranquilidad de la tarde, pero no fue hasta que se sentó a su lado y se acercó lo suficiente para ver un pequeño brillo en la mirada del albino, que dio con lo que podía ser una respuesta.

Añoranza.

Desde que había conocido a Shinazugawa Sanemi, Uzui sólo había visto odio y rabia en los ojos de su compañero; cuando Muzan había sido derrotado, no fue extraño ver también algo de tristeza, aunque el antiguo pilar se esforzara por ocultarlo. Sin embargo, la melancolía que parecía embargar su mirada era algo que lo sorprendía —gratamente, si debía reconocer. Últimamente Sanemi mostraba muchas más emociones, y quería pensar que aquello era algo bueno.

Aun cuando el albino se dio cuenta de su presencia, ese pequeño rastro de nostalgia no desapareció de sus iris.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—Eso es lo que yo quería preguntar —dijo el mayor—. Es hora del té, y no estás en el lugar adecuado.

—Sólo estaba pensando.

—¿Puedo preguntar en qué?

—Siempre tan entrometido... —Uzui arqueó sus cejas ligeramente. ¿Aquello era una sonrisa?—. Pensaba en que el verano está llegando más pronto de lo que había esperado.

—El verano siempre llega, como cualquier otra estación —comentó Uzui luego de un pequeño silencio—. ¿Pensabas en lo que traerá este verano?

—Y en lo que se llevará la primavera.

El antiguo pilar del sonido se quedó también pensativo. ¿Acaso aquella añoranza que había notado no se debía a lo ya perdido?

—Sabes... —comentó luego de otro pequeño silencio—. Esta finca se volverá muy silenciosa cuando ustedes se vayan.

—Dudo que Makio y Suma te den un minuto de silencio.

—Eres muy duro con mis chicas.

—No lo soy. Hinatsuru me agrada, aunque me recuerda a alguien que odio —añadió el albino, pero no había malicia en su voz, al contrario, parecía haber diversión.

—Ella era la única que me acompañaba a visitarte luego de la batalla. —Sanemi podía el imaginarse la razón, Makio seguramente hacía un escándalo en un lugar que debía ser silencioso y a Suma probablemente le tenía prohibida la entrada por lo mismo. Quizá también temía de él incluso estando dormido—. ¿Sabías que Nezuko-chan los visitaba también? Entre Tanjiro-kun, Tomioka y tú, la pobre apenas podía dormir. Hinatsuru me dijo que hablaba con ustedes, aunque no entiendo porqué hacía eso, estaban dormidos, no podían contestarle.

Sanemi se quedó pensando en aquello, preguntándose si la chica también habló con él mientras estaba dormido, y qué le habría dicho.


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