XIV. Manos frías

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XIV
Manos frías

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—Está listo. —El comerciante, luego de ajustar el obi, se alejó unos pasos y contempló su obra—. Creo que esta es la pieza adecuada para usted.

—Luce bien en ti, Shinazugawa. —Uzui tenía una sonrisa divertida en el rostro mientras le miraba desde la esquina de la habitación.

Su gesto no venía de una falsedad en sus palabras, sino que al hecho de que discutieron durante muchos minutos el color del kimono que el antiguo pilar compraría para su amigo, y él había triunfado: mientras que Sanemi quería simplemente un kimono oscuro, Uzui había insistido con darle algo de vitalidad a su atuendo, y la tela finalmente había sido elegida de un verde tan vívido como una hoja, que además contaba con un sutil patrón estampado. Una apuesta, si se consideraba la personalidad de su portador.

—Es muy brillante para mi gusto —se quejó el albino

—Va mejor con su tono de piel. Además, el obi da un contraste perfecto. —aseguró el mercader, y no tenía porqué mentir, pues un cliente bien vestido era la mejor propaganda para sus telas—. Desearía que esos chicos no se hubieran marchado tan pronto —añadió mirando a Uzui—, así podría probar mis otras piezas en ellos.

—Te has demorado demasiado en venir. —Hinatsuru había deslizado la puerta para entrar al cuarto—. Bueno, al menos Nezuko-chan se quedó con nosotros, ella es la importante en todo esto.

Resultó ser que el drama que Suma había hecho al momento de la partida de aquellos jóvenes se debía al retraso en la llegada ese comerciante, quien debía traer el regalo que aquellas mujeres le harían a la chica por su pasado cumpleaños, algunos meses atrás.

—¿Ya terminaron? ¿Cómo se ve? —preguntó Uzui. Hinatsuru sonrió.

—Ven a verla con tus propios ojos.

El par de hombres siguió a la mujer por el pasillo. Sanemi caminó también, curioso.

Dentro de la otra habitación estaban Makio y Suma terminando de arreglar el cabello de la muchacha; si bien el peinado se vislumbraba como un desastre, cumplía el propósito de apartar aquellas hebras para que se pudiera apreciar el diseño de la tela que cubría la espalda de la joven.

Las flores azules se extendían por la tela que tenía la tonalidad del cielo, trepando desde el suelo hasta llegar a sus hombros, volviendo a bajar por sus brazos hasta alcanzar las anchas mangas.

—¿Qué opina, Tengen-sama?

—¿No se ve linda Nezuko-chan?

Ambos hombres tuvieron que darles la razón a las mujeres. Sanemi, aunque no habló, también habría estado de acuerdo. Entre los halagos a la joven, Hinatsuru se volteó al visitante más lejano.

—Shinazugawa-san, también luces muy bien.

—Ese color te queda bastante bien —secundó Makio, y se volteó a su marido—. ¿Ah, Tengen-sama? ¿Por qué no está probándose un kimono también?

—¿Yo? Ah, la verdad es que no planeaba comprar algo en esta ocasión —dijo, sin embargo, las quejas en las tres mujeres no se hicieron esperar, pues también querían que su marido estrenara vestimenta.

Lo cierto es que, a pesar de sus palabras, no se necesitó insistir mucho para que Tengen aceptara aquella petición y terminara saliendo de la habitación, pidiéndole al comerciante lo más extravagante que tuviera para alguien de su tamaño.

Cuando Sanemi reparó en que se había quedado a solas con la muchacha del kimono azulado, no solo se dio cuenta de que varios mechones del cabello de la muchacha se habían salido de su lugar, sino que también se percató de que ella le estaba mirando.

—Uzui insistió en este color —fue lo único que se le ocurrió decir. Quizá ella lo miraba así por lo ridículo que se veía en esa pieza de ropa.

—Creo que luce bien.

—Gracias. Ese kimono también luce bien en ti.

—Gracias, pero creo que es un poco excesivo, ¿no lo crees así? Creí que sería algo más sencillo. —Cuando ella se movió para mostrar algo de la vestimenta, un mechón más grande de cabello se cayó de su lugar, terminando de desarmar aquel improvisado peinado. Ella abrió los ojos, avergonzada.

—Esas mujeres —Sanemi bufó—, se podrían haber esforzado un poco más —murmuró, acercándose a ella y extendiendo su mano derecha para intentar arreglar aquello—. Solía ayudar a mi madre y mis hermanas con su cabello, si quieres podría... —Pero la chica tuvo un pequeño sobresalto a su toque y se llevó una mano a ese lugar. Sanemi encogió los dedos que le quedaban. ¿Era el tacto de esa mano tan terrible? —. Lo siento, yo...

—No es eso —se apresuró a contestar Nezuko, soltando una risa nerviosa—. Tus dedos están fríos, por eso me sorprendí. Agradecería mucho que me ayudaras. —Sus mejillas se habían prendido por la vergüenza, y Sanemi casi no pudo evitar que una pequeña risa escapara de sus labios.

—Préstame ese peine.

—Gracias...

Nezuko se agachó y Sanemi lo hizo con ella, y comenzó a sacarle aquellos broches mal puestos para poder desenredar su cabello.

—No hay de qué.

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De nuevo me emocioné y fallé en la cantidad de palabras, creo que tendré que replantearme esto de hacer drabbles u_u

¿Cómo han estado? Espero que estén bien, con sus familias y en sus casitas, en caso de que deban estarlo :)

¡Saludos~!

PD, olvidé decirles que este capítulo viene de un fanart (o doujinshi, creo que sería el término) que vi de este par, en que Sanemi le hacía un peinado a Nezuko, y lo amé, porque es demasiado bello (probablemente fue uno de los trabajos que más me hicieron comenzar con este ship). Voy a intentar dejar el link, aunque entiendo que ya no se puede copiar los textos ( /sngy_sndi/status/1188371937602326530), es una dirección de twitter, me borra parte del link pero bastaría con que le agregaran eso jaja. Pasen a verlo, porque a mí de verdad me encantó. Es una de las imágenes que les dejé arriba, una no entiende nada de japonés, pero hace el intento por captar el contexto usando google traductor jajaja

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora